Es mi estreno en la Maratón. Será en la Maratón de Donostia. Mucha ilusión. Incertidumbre. Objetivo: bajar de 3:15. Las tiradas largas que he hecho no han pasado de los 28 km. He seguido más o menos la tabla de entrenamientos de Martín Fiz. Me parece equilibrada, pero según algunos son demasiados kilómetros semanales. En torno a los 80. Algunos días se me ha cargado la rodilla más de la cuenta. El día amanece típicamente donostiarra: nublado y chispeando. Y encima fresquito: 4 grados. A medida que nos acercamos a meta se va oscureciendo más y más. Lloverá, y lo peor de todo: pegará el viento en contra. Typical. Es lo malo de la maratón de Donostia. Lo bueno: el circuito es llano, bueno para hacer marca (siempre y cuando no haga mucho viento). La duda: ¿que se den dos vueltas al circuito es bueno o es malo? Por un lado sabes lo que te queda, y por otro pasas por el mismo sitio, y puede ser más aburrido psicológicamente. Aparte de vascos, gente de todo el Estado, sobre todo catalanes y madrileños. Buen ambiente. Me coloco cerca del globo de 3:15 y salir a mi ritmo, sin prisas. Ya habrá tiempo para incrementar la marcha. Veo el paso por el primer kilómetro y…demasiado lento: 4:50.
¿Dónde está el baño?
Aumento un poco el ritmo. En el km5 cojo un botellín de agua y me lo voy bebiendo hasta acabarlo. Al cuarto de hora empiezo a tener ganas de mear. Será que no he vaciado del todo la vejiga en la salida. Me mantengo en un grupo cercano al globo de 3:15. Hacia el km 8 me paro a mear en una zona del Estadio de Anoeta. Me reincorporo sin mayor dificultad. Sigo en el grupo de 3:15. Buenas sensaciones, tengo fuerzas para más pero tengo claro que si hay fuerzas las dejo para los últimos 10km. Veo a mis padres que me saludan a lo lejos desde la estación de Autobuses. Se van de vacaciones a Canarias. Para una vez que corro la maratón cogen y se van. Ten padres para esto.
Empieza a llover con fuerza y lo que es peor, el viento nos frena en la zona del Paseo de la Concha hacia Igara. Bebo en cada avituallamiento. Pero menos que en los primeros 5km. Dos sorbos. Pero me vuelven a entrar ganas de ir al baño. Al pasar por el estadio de Anoeta me vuelvo a parar. No soy el único. Esta vez estoy más tiempo. Pierdo comba. No consigo enlazar con el grupo anterior. Pero sigo a mi ritmo. Paso la primera media en 1:36, bien para hacer menos de 3:15, pero quizá por encima de lo previsto. De todos modos con ese parcial se me hacer raro no alcanzar a la liebre de 3:15. El viento arrecia por el Boulevard, los grupos que había se van deshaciendo. La gente empieza a ir en solitario. Suena “The final countdown” de Europe. Voy solo contra el viento y la lluvia. Tomo un par se sorbos de agua y un gel.
En el 34, Duracell
Acercándome al 30 la lluvia arrecia. Se forma un pequeño grupo en la zona de las Universidades. Queda ir hasta Igara y dar la vuelta en el 34. Es en ese momento cuando empiezo a notar un subidón de fuerza que me empuja a incrementar el ritmo considerablemente. Me emociono con esa sensación. Es como si en la conexión mente-cuerpo es el cuerpo el que guía a la mente y no al revés. O mejor dicho, es el subconsciente el que nos dice lo que hay que hacer. Definitivamente el subconsciente y su sentido común rigen nuestras vidas.
A partir del 32 se supone que ya no quedan carbohidratos que consumir (un par de corredores veteranos de Almería ya venían avisando desde el 25: “la maratón empieza en el 32”) y el cuerpo tiene que empezar a quemar grasa para conseguir energía –de peor calidad-. Por las sensaciones, y sabiendo lo que me queda, 8km, sé que podré mantener este ritmo hasta el final. No veo el muro ni tampoco al hombre del mazo. En el paseo de la Concha doy alcance a la liebre de 3:15 –nos dice que a ese ritmo bajamos de sobra- y a todos los que sufren el ataque del señor del mazo. La sensación de encontrarse con tanta fuerza al final es muy buena.
Enfilo el Paseo Errondo, km 40 en algo más de 3 horas. Al final, entro al estadio de Anoeta pletórico. Qué agradable es correr sobre el tartán. Esprinto y acabo en 3:10. Segunda media en 1:34. Media de 4:30 el km. Me pongo a llorar de la emoción. Busco a mi mujer e hijos. No los veo. Salgo fuera. Jodé, qué frio. ¿Dónde estáis? Intento subir las escaleras para tener una perspectiva mejor, pero tengo las piernas rígidas. Al fin los encuentro. Beso a mi mujer que tiene al pequeño dormido en un brazo y el paraguas en otro. Y la mayor se ha caído y tiene un golpe en la rodilla. ¡Objetivo cumplido Beñat! 2 kilos menos y encima 3 centímetros más bajo. Mi amigo Quique de Barcelona –una máquina con mejor marca de 2:30 y tantos- ha hecho 2:45. Y encima dice que no se ha encontrado muy bien. Quique es de los que entrena por la noche, una vez ha acostado a los niños. De noche, noche, de 10 de la noche a 12:30. Todos los días. Y el fin de semana por las mañanas. A mí me parece demasiado, para el cuerpo y para el coco. Pero, ya se sabe, cada loco con su tema.
Creo que la maratón de Donostia, con 3.200 participantes este año, no ha explotado todo su potencial. Como comentaba antes, el circuito es llano, de los más rápidos que habrá a nivel estatal. Por eso es una pena que el Ayuntamiento de Donostia no apueste por potenciarlo. Si cortara el tráfico por todas las zonas del circuito -y no sólo un carril- se conseguiría una mayor anchura, y, por ende, una mayor participación que a su vez traería consigo sponsor más fuerte. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Llamada inesperada
Al día siguiente me llama el gerente de la tienda de zapatillas donde puse la reclamación. Me dice que no quiere dejar la cosa así y que me pase. A pesar de negar que el modelo tiene la zona del talón más estrecha, al final consigo que me cambien las zapatillas –usadas tres veces- por otras nuevas. Me pruebo varias y finalmente me decanto por unas Mizuno Wave Nirvana. Se supone que son para corredores de más de 80kg. Pero se me ajustan bien al pie. Los primeros entrenamientos con estas bambas confirman la buena elección.
¿Dónde está el baño?
Aumento un poco el ritmo. En el km5 cojo un botellín de agua y me lo voy bebiendo hasta acabarlo. Al cuarto de hora empiezo a tener ganas de mear. Será que no he vaciado del todo la vejiga en la salida. Me mantengo en un grupo cercano al globo de 3:15. Hacia el km 8 me paro a mear en una zona del Estadio de Anoeta. Me reincorporo sin mayor dificultad. Sigo en el grupo de 3:15. Buenas sensaciones, tengo fuerzas para más pero tengo claro que si hay fuerzas las dejo para los últimos 10km. Veo a mis padres que me saludan a lo lejos desde la estación de Autobuses. Se van de vacaciones a Canarias. Para una vez que corro la maratón cogen y se van. Ten padres para esto.
Empieza a llover con fuerza y lo que es peor, el viento nos frena en la zona del Paseo de la Concha hacia Igara. Bebo en cada avituallamiento. Pero menos que en los primeros 5km. Dos sorbos. Pero me vuelven a entrar ganas de ir al baño. Al pasar por el estadio de Anoeta me vuelvo a parar. No soy el único. Esta vez estoy más tiempo. Pierdo comba. No consigo enlazar con el grupo anterior. Pero sigo a mi ritmo. Paso la primera media en 1:36, bien para hacer menos de 3:15, pero quizá por encima de lo previsto. De todos modos con ese parcial se me hacer raro no alcanzar a la liebre de 3:15. El viento arrecia por el Boulevard, los grupos que había se van deshaciendo. La gente empieza a ir en solitario. Suena “The final countdown” de Europe. Voy solo contra el viento y la lluvia. Tomo un par se sorbos de agua y un gel.
En el 34, Duracell
Acercándome al 30 la lluvia arrecia. Se forma un pequeño grupo en la zona de las Universidades. Queda ir hasta Igara y dar la vuelta en el 34. Es en ese momento cuando empiezo a notar un subidón de fuerza que me empuja a incrementar el ritmo considerablemente. Me emociono con esa sensación. Es como si en la conexión mente-cuerpo es el cuerpo el que guía a la mente y no al revés. O mejor dicho, es el subconsciente el que nos dice lo que hay que hacer. Definitivamente el subconsciente y su sentido común rigen nuestras vidas.
A partir del 32 se supone que ya no quedan carbohidratos que consumir (un par de corredores veteranos de Almería ya venían avisando desde el 25: “la maratón empieza en el 32”) y el cuerpo tiene que empezar a quemar grasa para conseguir energía –de peor calidad-. Por las sensaciones, y sabiendo lo que me queda, 8km, sé que podré mantener este ritmo hasta el final. No veo el muro ni tampoco al hombre del mazo. En el paseo de la Concha doy alcance a la liebre de 3:15 –nos dice que a ese ritmo bajamos de sobra- y a todos los que sufren el ataque del señor del mazo. La sensación de encontrarse con tanta fuerza al final es muy buena.
Enfilo el Paseo Errondo, km 40 en algo más de 3 horas. Al final, entro al estadio de Anoeta pletórico. Qué agradable es correr sobre el tartán. Esprinto y acabo en 3:10. Segunda media en 1:34. Media de 4:30 el km. Me pongo a llorar de la emoción. Busco a mi mujer e hijos. No los veo. Salgo fuera. Jodé, qué frio. ¿Dónde estáis? Intento subir las escaleras para tener una perspectiva mejor, pero tengo las piernas rígidas. Al fin los encuentro. Beso a mi mujer que tiene al pequeño dormido en un brazo y el paraguas en otro. Y la mayor se ha caído y tiene un golpe en la rodilla. ¡Objetivo cumplido Beñat! 2 kilos menos y encima 3 centímetros más bajo. Mi amigo Quique de Barcelona –una máquina con mejor marca de 2:30 y tantos- ha hecho 2:45. Y encima dice que no se ha encontrado muy bien. Quique es de los que entrena por la noche, una vez ha acostado a los niños. De noche, noche, de 10 de la noche a 12:30. Todos los días. Y el fin de semana por las mañanas. A mí me parece demasiado, para el cuerpo y para el coco. Pero, ya se sabe, cada loco con su tema.
Creo que la maratón de Donostia, con 3.200 participantes este año, no ha explotado todo su potencial. Como comentaba antes, el circuito es llano, de los más rápidos que habrá a nivel estatal. Por eso es una pena que el Ayuntamiento de Donostia no apueste por potenciarlo. Si cortara el tráfico por todas las zonas del circuito -y no sólo un carril- se conseguiría una mayor anchura, y, por ende, una mayor participación que a su vez traería consigo sponsor más fuerte. Es la pescadilla que se muerde la cola.
Llamada inesperada
Al día siguiente me llama el gerente de la tienda de zapatillas donde puse la reclamación. Me dice que no quiere dejar la cosa así y que me pase. A pesar de negar que el modelo tiene la zona del talón más estrecha, al final consigo que me cambien las zapatillas –usadas tres veces- por otras nuevas. Me pruebo varias y finalmente me decanto por unas Mizuno Wave Nirvana. Se supone que son para corredores de más de 80kg. Pero se me ajustan bien al pie. Los primeros entrenamientos con estas bambas confirman la buena elección.
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