2009(e)ko martxoaren 17(a), asteartea

Marató de Barcelona, 1 de marzo de 2009


El miércoles completo mi último entrenamiento antes de la gran cita: La marató de Barcelona. Calentamiento y seis series de 1.000. He animado a mi mujer (aunque ahora ya es mi ex) para que se venga el fin de semana conmigo a Barcelona es bona si la bossa sona. Es la primera vez que dejamos a los niños más de un día sin nosotros. El viernes cogemos un avión low-cost en Loiu y nos dirigimos a Barcelona, pudiendo admirar en todo su esplendor –cuánta nieve ha caído- esa maravilla de la naturaleza llamada Pirineos, cuyos glaciares están desapareciendo. Sólo quedan los de Aragón. El nombre de Aragón siempre me ha transmitido fuerza. Quizás J.R.R. Tolkien se inspiró en estas montañas para fabular su saga del anillo y poner el nombre de Aragorn al capitán de los montaraces del norte, y trigesimonoveno descendiente directo por línea paterna de Isildur, que ayuda a los hobbits antes de ser rey. Reinó por 120 años de gloria junto con Arwen Undomiel, con quien tuvo muchas hijas cuyos nombres no son conocidos, y un hijo, Eldarion, que heredó el trono del Reino Unificado. Murió a los 210 años, cuando él lo decidió, al igual que los reyes antiguos. Leo que Aragorn nació el 1 de marzo, el día de la Maratón de Barcelona este año.

Con eso de que tenemos que llevar a la familia de Barcelona quesos de Idiazabal y sidra –que hemos comprado en el duty free de Loiu, de haberla traído de fuera nos la habrían hecho beber- la mochila ha cogido un peso considerable. Al llegar al aeropuerto de Barna cogemos un tren de rodalies que nos deja en Sants. De ahí vamos andando a la Plaça España, donde está la Fira del Corredor para recoger el dorsal. La mochila me pesa cada vez más. Menos mal que en uno de los stands hay unas chicas muy majas y guapas de Donostia, promocionando el maratón nocturno de Bilbao –para que luego digan los bilbainos- que nos permiten dejar las mochilas en su stand para que podamos dar una vuelta tranquilamente. Finalmente llegamos a casa de mi tía.
Menú de víspera: erizos de mar

El sábado mi mujer ha quedado con unos amigos para ir a comer “garotes” (erizos de mar) a la Costa Brava. En plan tranqui me dicen. La otra opción es quedarnos por Barcelona pasando el día. “Vamos a darles el queso y la sidra y luego decidimos”. Al final nos apuntamos a la excursión. Al fin y al cabo, pienso, me voy a cansar menos yendo en coche a la Costa Brava que dando vueltas por Barcelona. El único inconveniente es que el menú no incluye pasta, pero bueno, me dedico a comer pan y listo. Paramos en un pueblo, Casavells, y aprovecho para comprar unas avellanas que veo en la panadería. El anfitrión, Angel, es enólogo y hace vinos que vende comercialmente.

Una vez en la cala procedemos a abrir y limpiar cuidadosamente los erizos de mar (qué colores tan bonitos tienen: granates y violetas). El sabor de les garotes es peculiar, extendidas en pan. Saben a mar, a algas marinas No me prodigo mucho por si las moscas, no sea que me entre una gastroenteritis. También hay butifarra negra, además del queso y la sidra. Empieza a pegar el viento, que no es Tramontana pero lo parece, recogemos todo y nos vamos de vuelta. Pero antes de bajar para Barcelona acabamos visitando la bodega de vinos de l´Empordá, con cata incluida. Bebo poco, pero suficiente para que en el viaje de vuelta me maree una mica. Al llegar a Barcelona me meto en la ducha. Entrado en calor me como un buen plato de pasta i me meto al sobre para las 11.

Con Freddie Mercury y la Caballé

8:30 de la mañana. Nublado y 10 grados. Ideal para correr. En la salida
suena la música de “Barcelona” con Freddie Mercury la Caballé. Los corredores aplauden de la excitación. La energía que se palpa al inicio de la maratón es única. Salgo tranquilo, pero más rápido que en Donostia. Primer km en 4:18. Es tentador seguir ese ritmo. Pero decido frenarme y no ir a engancharme al grupo de sub3 horas, aunque tampoco los llego a ver. Los expertos dicen que durante los primeros 3 kilómetros hay que ir suave para empezar a quemar grasas desde el principio y no malgastar carbohidratos. Es lo que intento hacer. Freno de mano medio echado. A partir del kilómetro 5 aprieto un poco hasta el 10, que paso en 43:30. Me he propuesto llevar un ritmo constante toda la carrera y si tengo fuerzas apretar en los kilómetros finales. Con eso de que los corredores llevamos los nombres en la parte trasera del dorsal voy entre un grupo de italianos.

Un avituallamiento muy cachondo

Empieza a chispear. Lo suficiente para que el sudor me empiece a llegar a los ojos. Y la visera la tiene mi tío Iñaki en la mochila. Me ha dicho que va a estar desayunando un bocata de chorizo y luego irá a la Plaça Espanya a ver mi paso (ha calculado mis tiempos de paso, los optimistas y los no tanto). Efectivamente allí está Iñaki. Le pido la gorra. Abre la mochila e intenta sacar la gorra al tiempo que corre. Se cae en la acera. Así que me meto entre el público y la cojo. Sigo a buen ritmo. Pasamos por la Pedrera. En ese momento me vienen imágenes de mi niñez, cuando subía con mis padres por Passeig de Gràcia hacia nuestra casa, también en Gràcia, en la Plaça Gal.la Placidia, después de ver alguna película en los cines de la zona.
Al llegar al Eixample, veo la imagen más simpática de esta maratón: frente a un bar han puesto un avituallamiento muy especial y tentador: cervezas frías. Los que pasamos nos echamos a reír. Comento con un inglés que si hiciera un poco más de calor fijo que me tomaba una. Seguro que entre casi 9.000 participantes la docena de cervezas no ha durado mucho y habrán tenido que reponer.

Gaudí forever
Doblamos una esquina y ¡tachan! Se abre ante nuestros ojos el templo de la Sagrada Familia, que, cómo no, sigue en obras interminables. Sólo falta que las obras del AVE pasen por debajo y se hunda. Al pasar por delante del icono por excelencia de Barcelona giro la cabeza y pienso que esta misteriosa y fascinante obra de arte de Gaudí, en la que siempre descubres cosas nuevas -alberga secretos esotéricos, masónicos y simbología no cristiana aún sin descifrar- no tiene nada de iglesia. Es lo más parecido que he visto a una nave espacial, o incluso a un OVNI. No soy creyente, pero quizás, si Dios estuviera en el Universo, la Sagrada Familia es la nave a la que tendríamos que subirnos para ir en su busca. Las figuras que vislumbro brevemente, como los ángeles trompeteros, parecen elfos salidos directamente de un libro de Tolkien.

He hecho bien en ponerme la visera, porque la lluvia persiste. Paso los parciales de 5km a poco más de 22 minutos. Bebo en cada avituallamiento dos sorbos grandes de agua. La verdad es que correr una maratón exige mucha concentración, menos que una carrera de 100 metros, pero tiene lo suyo. Yo me lo tomo como una especie de batalla estratégica en la que tienes que dosificar tus fuerzas constantemente para combatir el cansancio y el temido muro a partir del 30.

Un animador de la calle

La media maratón está en la zona de La Meridiana y la paso en 1:32. Cuesta abajo, puente de Calatrava y hacia la zona del Forum, donde habrá que ir hacia la meta y volver a retroceder. Entre el poco público veo a un hombre de barbas que nos anima. Lleva un abrigo viejo. Es un sin techo. Brindando con el tetra brik nos dice: “venga tíos, a esprintar a esprintar”. Risas. Si le hiciéramos caso nos entra la pájara. Pienso en cómo habrá llegado a esa situación, de vivir en la calle. Cuando corres la maratón tienes las emociones a flor de piel. Es como si nos despojáramos de ese escudo emocional habitual y pasáramos a ver las cosas mucho más desde el corazón, como dirían en inglés, “in touch with your feelings”.

Hacia el 25 aparece mi amigo David, experimentado maratoniano, que me acompaña corriendo un rato. “Vienes en buen momento”, le digo. Nos cruzamos con los buenos-buenos, que van al otro lado de la carretera, ya por el 30. Vemos a nuestro amigo Quique, que no parece ir muy bien (lo que para nosotros sería ir de p*** m****: a 4:10 el km).

Remontando
El grupito en el que iba empieza a perder unidades. Y empiezo a coger gente que supongo ha hecho una primera media demasiado rápida. Llego al 30 por debajo de 2:12. Sólo quedan 12. Mantengo el ritmo, es decir, no veo el muro. A partir de la Ciutadella empieza a ver cada vez más gente animando. Se agradece mucho. Km 35 en 2 horas 34. El paso por el Arc del Triomf es alentador. Un trago de agua y un breve parón para beber el powerade, que sino corriendo se me cae todo. Seguimos adelantando gente. Me acompaña un italiano, pequeño pero cachas. Cuesta abajo: Urquinaona, Plaça Catalunya, Portal del Angel, Vía Laietana, Plaça Sant Jaume, la Ramblas, monumento a Colón. Y de ahí para arriba. Paral.lel, Ronda Sant Pau. Km 40 por debajo de 2:57. Es en ese momento cuando a la izquierda se ve la Plaça Espanya. Pero resulta que no es por ahí. ¡Mecagüen! Hay que dar un rodeo hasta el mercat de Sant Antoni. De ahí es más o menos recto hasta la meta, que ya se ve al fondo. Aprieto. Doy alcance a un hombre de sesenta y muchos, que va a hacer un tiempo genial. No sé cómo te llamas, pero enhorabuena. Tendrá la edad de mi padre, que antes corría medias maratones hasta que empezó con los cólicos nefríticos.

Últimos 195 metros esprintando y al fin, entro en meta. Levanto el puño, emulando el gesto típico del jugador de la Real Sociedad Satrustegi, “Satrus”, cada vez que marcaba un gol. Objetivo cumplido: 3:05. A una media de 4:24 el kilómetro (el más rápido 4:18 y el más lento 4:34, del kilómetro 36 al 37, cuesta arriba). La progresión también ha sido buena: en la media maratón iba el 1034, y he acabado el 683. Por tanto he adelantado a 351 corredores. Del 35 al 40 en 22:10 -9 segundos más rápido que los primeros 5- y del 40 al 42.195 en 9:12.

Cangrejos en el metro

Esta vez tampoco encuentro a mi mujer y mis tíos, que tienen la ropa. Me estoy enfriando, así que opto por andar por la zona. Teniendo en cuenta que el circuito tiene bastantes partes llanas, pero también subidas y bajadas, estoy muy contento con la marca. Me encuentro con mi amigo Quique, que según dice ha hecho una “mala” maratón: 2:50. “He pasado los primeros 10km demasiado rápido, en 37 minutos. Y claro, luego lo he pagado. Además estaba resfriado”. “Por lo que me comentabas en los meses anteriores a la maratón, creo que has llegado sobreentrenado. Y aún así, menuda marca” le digo. Asiente. Pero está decepcionado. En estas aparecen mis tíos, Arantxa e Iñaki. Amoroso beso de felicitación y al metro, donde es muy fácil distinguir a los que acabamos de correr la maratón. No por la ropa, sino porque tenemos que bajar las escaleras a lo cangrejo, hacia atrás.

Epílogo inesperado
Me comentan que un corredor francés al llegar a meta se ha sacado un anillo del bolsillo y se ha dirigido hacia una chica, a la que ha pedido que se case con él. Ante el sí de la chica la gente ha empezado a aplaudir. Qué pena que un gesto tan bonito se vea empañado por otra muy mala noticia: el joven irlandés Colin Dunne, de 27 años, ha fallecido tras sufrir un infarto en el kilómetro 34.5, en la zona de la Ciutadella. No lo he visto. Al parecer iba más atrás, con intención de hacer menos de 3:30. Quizá su corazón no funcionaba bien y tenía una anomalía no detectada. Si no hubiera corrido estaría probablemente vivo. En la maratón de París piden un certificado médico para poder correr. Pero no sé si con eso basta. Es decir, aun teniendo un corazón fuerte y sano, a todos nos puede dar la muerte súbita. Supongo que tenemos menos boletos para algo así. Aunque nunca se sabe. Lo siento mucho Colin. Y encima tenía a la familia esperando en la meta, para darle la sorpresa. My deepest sympathy and my condolences to his familiy. De todos modos, creo que el número de incidencias graves en una prueba de semejante exigencia como la maratón es muy bajo.

Una experiencia mística

Ahora que ya soy maratoniano por partida doble puedo confirmarlo: la maratón es una experiencia…mística, un mar de sensaciones, una cascada de reacciones físicas y emocionales con final apoteósico que recomiendo a toda la gente que corre habitualmente pero no se atreve a dar el salto. La diferencia con una media maratón es muy grande. En preparación física, disciplina y mentalización / visualización. La mente es tan importante como el cuerpo en la maratón, una carrera de estrategia, de autocontrol en la que un mínimo detalle –como hacer un kilómetro diez segundos más rápido- te pasa factura. Se trata de llevar el cuerpo al límite y encima disfrutar con ello. ¿Somos masocas? Algo habrá. Desde luego que hay que ser masoca para ser de la Real Sociedad como soy. Afortunadamente, al año siguiente de escribir esta crónica, la Real subió a primera división. Aunque ahora el sufrimiento será por la permanencia.
En fin, algunos expertos dicen, y estoy de acuerdo, que por cada minuto ganado en la primera media maratón luego pierdes dos en la segunda. Es algo observable en las marcas que hace la gente. Pasan la primera media muy bien, con intención de bajar de las tres horas, la hacen en 1:28 o incluso menos. Pero luego llega el muro y hacen la segunda media en 1:34 como mínimo.
Tras acabar una maratón, independientemente de si te ha ido bien o mal, de haber sufrido algo, mucho o mogollón, confirmas y/o mejoras tu fuerza mental. Al finalizar los 42.195 metros tocas la felicidad con los dedos. Un momento de plenitud que sólo he sentido anteriormente -con mayor intensidad, eso sí- cuando nacieron mis dos maravillosos hijos.

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