2016(e)ko azaroaren 30(a), asteazkena

Crónica Maraton Donostia 2016



Foto: Maratón Donostia
Afronto mi tercera maratón con muchas ganas de volver a sentir el ambiente de la “prueba reina” desde dentro. Y es que ya han pasado 7 años desde la última que hice, la Maratón de Barcelona, donde paré el crono en 3:05, muy contento, aunque no consiguiera bajar de las 3 horas. Esta vez no he entrenado tanto, ya que me he preparado específicamente para la Behobia-San Sebastián, en la que he vuelto a repetir mi tiempo típico, 1:28. De hecho, para salir en la maratón solo he hecho una tirada larga de 28 kilómetros, y solo un semana antes de la cita, lo cual si bien por un lado me ha dado tranquilidad psicológica, por otro creo que me generará cansancio para la maratón (durante la noche empiezo a sentir molestias en la planta del pie izquierdo).... Soy consciente de que esa tirada larga tan tarde me puede pesar, y por eso he optado por salir de un modo conservador. 


El día amanece perfecto para correr, 8 grados a las 9:00 de la mañana. Me sitúo en la zona de los atletas de 3:30. Me alegra ver a cada vez más mujeres participando (el 22% del total). Los de la media y la maratón entera estamos mezclados, con lo cual lo mejor es ir cada uno a su ritmo. 
He mirado poco el recorrido del circuito, a sabiendas de que hacer dos vueltas a un mismo circuito no es lo mejor cuando afrontas la distancia de Filípides. Aun así, creo que el circuito de Donostia es muy bueno, y es una pena que otros maratones del Estado (Sevilla, Valencia, Barcelona,...) le hayan comido “la tostada”. La organización argumenta que con más presupuesto podrían traer a mejores atletas que superasen el récord de la prueba, 2:09:34, que estableció el keniata Timothy Cherigat hace ya 14 años. Pero que si tuvieran más dinero tendrían que decidir a qué darle prioridad al maratón popular o a un maratón de calidad. Que me lo expliquen, porque no lo entiendo: con mantener un buen circuito como este y un buen plantel de atletas de élite, la participación incrementaría considerablemente (el año pasado fue el récord con 3.550 inscritos, pero este año ha bajado a 3.250). 



Empiezo tranquilo, con el objetivo de ir a 4:40-4:45 el kilómetro, para acabar en torno a 3:20. Las sensaciones son buenas: voy bien de caja y me voy frenando. Pero bueno, sé que aun yendo en plan “segurola” y ahorrar fuerzas, a partir del 22 ya entran más factores en juego. Llevo el cortavientos puesto, y aunque hace poco más de 10 grados, tengo calor. Y al ver a mi hija animándome, me lo quito y se lo lanzo. Paso el kilómetro 10 en 50:00, más lento de lo que me parecía. Acelero un poco, y el km 14 lo hago en 1:08:48, es decir a 4:42 el km. Me hidrato en la mayoría de los avituallamentos de agua y bebida isotónica, que son frecuentes. A la altura de las universidades empiezo a notar una molestia en la planta del pie izquierdo, y si bien intento no darle importancia, noto que no puedo pisar bien. Hago la primera entrada en el estadio de Anoeta, bailando en esa franja de 4:40-4:45. Paso el 21 en 1:42:48, a 4:52 el kilómetro. 





Empieza la “cara B"
A partir del paso por la media, las molestias empiezan a ir a más, hasta el punto de tener que bajar el ritmo. Voy bien de pulsaciones, pero la fascitis me impide impulsarme bien, y tengo que cargar el pie derecho. Me empiezan a adelantar corredores... Al entrar en el túnel que va hacia la rotonda de Martutene me tomo una gominola, y me invade una extraña sensación: por un lado sé que al no poder pisar bien con todo el pie (el cerebro te frena para que te duela menos) no voy a poder aguantar el ritmo anterior, y que me costará bajar de 3:30. Siento que no tenía que haber hecho esa tirada larga hace una semana, y que tenía que haber acumulado más de 40 kilómetros a la semana durante los últimos dos meses, al menos 55. En fin… Pero por otro lado siento que si no me entra ningún calambre o se me sube la bola, voy a acabar la prueba. 



Me parece curioso que siendo la maratón una prueba mucho más dura que le Behobia (que también lo es) tenga muchos menos espectadores animando de lo que debería. Más aquí, en el País Vasco, donde el ánimo del público es lo que destacan todos los deportistas. Aun así, “chapeau” por toda la gente que nos anima, también para los que en el paso de la media nos digan, “aupa, que ya queda poco”. La mayoría de los que vienen a animarnos entienden que acabar la maratón ya es ganar, y eso se nota en el ambiente. Es una prueba dramática de las de verdad. 

Foto: Maratón Donostia

Bajo mucho el ritmo, hasta ir a 5:10. Paso el 30 en 2:27, y a partir de ahí sigue el bajón, con algún kilómetro a 5:20. A partir del 35, al dar la vuelta en Igara ya hacia la meta recupero un poco, no sé cómo, porque no apoyo bien el pie. Empiezo a adelantar a algunos corredores, pero me adelantan bastantes más, jaja. Ahora ya es un tira y afloja. Bastantes korrikalaris tienen que pararse por los calambres, reanudan la marcha, pero vuelven a pinchar. Al pasar por el 40 veo a mi hija animarme (mi hijo tiene partido de fútbol y no ha podido venir). Le señalo que no voy bien, pero que me mantengo. En el Paseo de Errondo siento la meta cerca, y el ánimo del público agolpado te empuja. Intento acelerar, pero no puedo. Tan solo al entrar el estadio de Anoeta acelero y gano unos segundos que me permiten hacer 3:30. Me invade una sensación agridulce. He hecho la primera media en 1:42 y la segunda en...1:48. 


Lección para la próxima, que la habrá: hacer bien el tapering y, sobre todo, no hacer la tirada larga una semana antes. Y segundo, acumular más kilómetros de rodaje. De esto último ya era consciente, pero no pensaba que realizar esa tirada larga me fuera a producir no solo cansancio sino también que me provocara una lesión en plena carrera. En fin, el año que viene repetiré en la Maratón de Donostia, si no es antes en la de Barcelona el 12 de marzo.

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