2009(e)ko martxoaren 17(a), asteartea

Marató de Barcelona, 1 de marzo de 2009


El miércoles completo mi último entrenamiento antes de la gran cita: La marató de Barcelona. Calentamiento y seis series de 1.000. He animado a mi mujer (aunque ahora ya es mi ex) para que se venga el fin de semana conmigo a Barcelona es bona si la bossa sona. Es la primera vez que dejamos a los niños más de un día sin nosotros. El viernes cogemos un avión low-cost en Loiu y nos dirigimos a Barcelona, pudiendo admirar en todo su esplendor –cuánta nieve ha caído- esa maravilla de la naturaleza llamada Pirineos, cuyos glaciares están desapareciendo. Sólo quedan los de Aragón. El nombre de Aragón siempre me ha transmitido fuerza. Quizás J.R.R. Tolkien se inspiró en estas montañas para fabular su saga del anillo y poner el nombre de Aragorn al capitán de los montaraces del norte, y trigesimonoveno descendiente directo por línea paterna de Isildur, que ayuda a los hobbits antes de ser rey. Reinó por 120 años de gloria junto con Arwen Undomiel, con quien tuvo muchas hijas cuyos nombres no son conocidos, y un hijo, Eldarion, que heredó el trono del Reino Unificado. Murió a los 210 años, cuando él lo decidió, al igual que los reyes antiguos. Leo que Aragorn nació el 1 de marzo, el día de la Maratón de Barcelona este año.

Con eso de que tenemos que llevar a la familia de Barcelona quesos de Idiazabal y sidra –que hemos comprado en el duty free de Loiu, de haberla traído de fuera nos la habrían hecho beber- la mochila ha cogido un peso considerable. Al llegar al aeropuerto de Barna cogemos un tren de rodalies que nos deja en Sants. De ahí vamos andando a la Plaça España, donde está la Fira del Corredor para recoger el dorsal. La mochila me pesa cada vez más. Menos mal que en uno de los stands hay unas chicas muy majas y guapas de Donostia, promocionando el maratón nocturno de Bilbao –para que luego digan los bilbainos- que nos permiten dejar las mochilas en su stand para que podamos dar una vuelta tranquilamente. Finalmente llegamos a casa de mi tía.
Menú de víspera: erizos de mar

El sábado mi mujer ha quedado con unos amigos para ir a comer “garotes” (erizos de mar) a la Costa Brava. En plan tranqui me dicen. La otra opción es quedarnos por Barcelona pasando el día. “Vamos a darles el queso y la sidra y luego decidimos”. Al final nos apuntamos a la excursión. Al fin y al cabo, pienso, me voy a cansar menos yendo en coche a la Costa Brava que dando vueltas por Barcelona. El único inconveniente es que el menú no incluye pasta, pero bueno, me dedico a comer pan y listo. Paramos en un pueblo, Casavells, y aprovecho para comprar unas avellanas que veo en la panadería. El anfitrión, Angel, es enólogo y hace vinos que vende comercialmente.

Una vez en la cala procedemos a abrir y limpiar cuidadosamente los erizos de mar (qué colores tan bonitos tienen: granates y violetas). El sabor de les garotes es peculiar, extendidas en pan. Saben a mar, a algas marinas No me prodigo mucho por si las moscas, no sea que me entre una gastroenteritis. También hay butifarra negra, además del queso y la sidra. Empieza a pegar el viento, que no es Tramontana pero lo parece, recogemos todo y nos vamos de vuelta. Pero antes de bajar para Barcelona acabamos visitando la bodega de vinos de l´Empordá, con cata incluida. Bebo poco, pero suficiente para que en el viaje de vuelta me maree una mica. Al llegar a Barcelona me meto en la ducha. Entrado en calor me como un buen plato de pasta i me meto al sobre para las 11.

Con Freddie Mercury y la Caballé

8:30 de la mañana. Nublado y 10 grados. Ideal para correr. En la salida
suena la música de “Barcelona” con Freddie Mercury la Caballé. Los corredores aplauden de la excitación. La energía que se palpa al inicio de la maratón es única. Salgo tranquilo, pero más rápido que en Donostia. Primer km en 4:18. Es tentador seguir ese ritmo. Pero decido frenarme y no ir a engancharme al grupo de sub3 horas, aunque tampoco los llego a ver. Los expertos dicen que durante los primeros 3 kilómetros hay que ir suave para empezar a quemar grasas desde el principio y no malgastar carbohidratos. Es lo que intento hacer. Freno de mano medio echado. A partir del kilómetro 5 aprieto un poco hasta el 10, que paso en 43:30. Me he propuesto llevar un ritmo constante toda la carrera y si tengo fuerzas apretar en los kilómetros finales. Con eso de que los corredores llevamos los nombres en la parte trasera del dorsal voy entre un grupo de italianos.

Un avituallamiento muy cachondo

Empieza a chispear. Lo suficiente para que el sudor me empiece a llegar a los ojos. Y la visera la tiene mi tío Iñaki en la mochila. Me ha dicho que va a estar desayunando un bocata de chorizo y luego irá a la Plaça Espanya a ver mi paso (ha calculado mis tiempos de paso, los optimistas y los no tanto). Efectivamente allí está Iñaki. Le pido la gorra. Abre la mochila e intenta sacar la gorra al tiempo que corre. Se cae en la acera. Así que me meto entre el público y la cojo. Sigo a buen ritmo. Pasamos por la Pedrera. En ese momento me vienen imágenes de mi niñez, cuando subía con mis padres por Passeig de Gràcia hacia nuestra casa, también en Gràcia, en la Plaça Gal.la Placidia, después de ver alguna película en los cines de la zona.
Al llegar al Eixample, veo la imagen más simpática de esta maratón: frente a un bar han puesto un avituallamiento muy especial y tentador: cervezas frías. Los que pasamos nos echamos a reír. Comento con un inglés que si hiciera un poco más de calor fijo que me tomaba una. Seguro que entre casi 9.000 participantes la docena de cervezas no ha durado mucho y habrán tenido que reponer.

Gaudí forever
Doblamos una esquina y ¡tachan! Se abre ante nuestros ojos el templo de la Sagrada Familia, que, cómo no, sigue en obras interminables. Sólo falta que las obras del AVE pasen por debajo y se hunda. Al pasar por delante del icono por excelencia de Barcelona giro la cabeza y pienso que esta misteriosa y fascinante obra de arte de Gaudí, en la que siempre descubres cosas nuevas -alberga secretos esotéricos, masónicos y simbología no cristiana aún sin descifrar- no tiene nada de iglesia. Es lo más parecido que he visto a una nave espacial, o incluso a un OVNI. No soy creyente, pero quizás, si Dios estuviera en el Universo, la Sagrada Familia es la nave a la que tendríamos que subirnos para ir en su busca. Las figuras que vislumbro brevemente, como los ángeles trompeteros, parecen elfos salidos directamente de un libro de Tolkien.

He hecho bien en ponerme la visera, porque la lluvia persiste. Paso los parciales de 5km a poco más de 22 minutos. Bebo en cada avituallamiento dos sorbos grandes de agua. La verdad es que correr una maratón exige mucha concentración, menos que una carrera de 100 metros, pero tiene lo suyo. Yo me lo tomo como una especie de batalla estratégica en la que tienes que dosificar tus fuerzas constantemente para combatir el cansancio y el temido muro a partir del 30.

Un animador de la calle

La media maratón está en la zona de La Meridiana y la paso en 1:32. Cuesta abajo, puente de Calatrava y hacia la zona del Forum, donde habrá que ir hacia la meta y volver a retroceder. Entre el poco público veo a un hombre de barbas que nos anima. Lleva un abrigo viejo. Es un sin techo. Brindando con el tetra brik nos dice: “venga tíos, a esprintar a esprintar”. Risas. Si le hiciéramos caso nos entra la pájara. Pienso en cómo habrá llegado a esa situación, de vivir en la calle. Cuando corres la maratón tienes las emociones a flor de piel. Es como si nos despojáramos de ese escudo emocional habitual y pasáramos a ver las cosas mucho más desde el corazón, como dirían en inglés, “in touch with your feelings”.

Hacia el 25 aparece mi amigo David, experimentado maratoniano, que me acompaña corriendo un rato. “Vienes en buen momento”, le digo. Nos cruzamos con los buenos-buenos, que van al otro lado de la carretera, ya por el 30. Vemos a nuestro amigo Quique, que no parece ir muy bien (lo que para nosotros sería ir de p*** m****: a 4:10 el km).

Remontando
El grupito en el que iba empieza a perder unidades. Y empiezo a coger gente que supongo ha hecho una primera media demasiado rápida. Llego al 30 por debajo de 2:12. Sólo quedan 12. Mantengo el ritmo, es decir, no veo el muro. A partir de la Ciutadella empieza a ver cada vez más gente animando. Se agradece mucho. Km 35 en 2 horas 34. El paso por el Arc del Triomf es alentador. Un trago de agua y un breve parón para beber el powerade, que sino corriendo se me cae todo. Seguimos adelantando gente. Me acompaña un italiano, pequeño pero cachas. Cuesta abajo: Urquinaona, Plaça Catalunya, Portal del Angel, Vía Laietana, Plaça Sant Jaume, la Ramblas, monumento a Colón. Y de ahí para arriba. Paral.lel, Ronda Sant Pau. Km 40 por debajo de 2:57. Es en ese momento cuando a la izquierda se ve la Plaça Espanya. Pero resulta que no es por ahí. ¡Mecagüen! Hay que dar un rodeo hasta el mercat de Sant Antoni. De ahí es más o menos recto hasta la meta, que ya se ve al fondo. Aprieto. Doy alcance a un hombre de sesenta y muchos, que va a hacer un tiempo genial. No sé cómo te llamas, pero enhorabuena. Tendrá la edad de mi padre, que antes corría medias maratones hasta que empezó con los cólicos nefríticos.

Últimos 195 metros esprintando y al fin, entro en meta. Levanto el puño, emulando el gesto típico del jugador de la Real Sociedad Satrustegi, “Satrus”, cada vez que marcaba un gol. Objetivo cumplido: 3:05. A una media de 4:24 el kilómetro (el más rápido 4:18 y el más lento 4:34, del kilómetro 36 al 37, cuesta arriba). La progresión también ha sido buena: en la media maratón iba el 1034, y he acabado el 683. Por tanto he adelantado a 351 corredores. Del 35 al 40 en 22:10 -9 segundos más rápido que los primeros 5- y del 40 al 42.195 en 9:12.

Cangrejos en el metro

Esta vez tampoco encuentro a mi mujer y mis tíos, que tienen la ropa. Me estoy enfriando, así que opto por andar por la zona. Teniendo en cuenta que el circuito tiene bastantes partes llanas, pero también subidas y bajadas, estoy muy contento con la marca. Me encuentro con mi amigo Quique, que según dice ha hecho una “mala” maratón: 2:50. “He pasado los primeros 10km demasiado rápido, en 37 minutos. Y claro, luego lo he pagado. Además estaba resfriado”. “Por lo que me comentabas en los meses anteriores a la maratón, creo que has llegado sobreentrenado. Y aún así, menuda marca” le digo. Asiente. Pero está decepcionado. En estas aparecen mis tíos, Arantxa e Iñaki. Amoroso beso de felicitación y al metro, donde es muy fácil distinguir a los que acabamos de correr la maratón. No por la ropa, sino porque tenemos que bajar las escaleras a lo cangrejo, hacia atrás.

Epílogo inesperado
Me comentan que un corredor francés al llegar a meta se ha sacado un anillo del bolsillo y se ha dirigido hacia una chica, a la que ha pedido que se case con él. Ante el sí de la chica la gente ha empezado a aplaudir. Qué pena que un gesto tan bonito se vea empañado por otra muy mala noticia: el joven irlandés Colin Dunne, de 27 años, ha fallecido tras sufrir un infarto en el kilómetro 34.5, en la zona de la Ciutadella. No lo he visto. Al parecer iba más atrás, con intención de hacer menos de 3:30. Quizá su corazón no funcionaba bien y tenía una anomalía no detectada. Si no hubiera corrido estaría probablemente vivo. En la maratón de París piden un certificado médico para poder correr. Pero no sé si con eso basta. Es decir, aun teniendo un corazón fuerte y sano, a todos nos puede dar la muerte súbita. Supongo que tenemos menos boletos para algo así. Aunque nunca se sabe. Lo siento mucho Colin. Y encima tenía a la familia esperando en la meta, para darle la sorpresa. My deepest sympathy and my condolences to his familiy. De todos modos, creo que el número de incidencias graves en una prueba de semejante exigencia como la maratón es muy bajo.

Una experiencia mística

Ahora que ya soy maratoniano por partida doble puedo confirmarlo: la maratón es una experiencia…mística, un mar de sensaciones, una cascada de reacciones físicas y emocionales con final apoteósico que recomiendo a toda la gente que corre habitualmente pero no se atreve a dar el salto. La diferencia con una media maratón es muy grande. En preparación física, disciplina y mentalización / visualización. La mente es tan importante como el cuerpo en la maratón, una carrera de estrategia, de autocontrol en la que un mínimo detalle –como hacer un kilómetro diez segundos más rápido- te pasa factura. Se trata de llevar el cuerpo al límite y encima disfrutar con ello. ¿Somos masocas? Algo habrá. Desde luego que hay que ser masoca para ser de la Real Sociedad como soy. Afortunadamente, al año siguiente de escribir esta crónica, la Real subió a primera división. Aunque ahora el sufrimiento será por la permanencia.
En fin, algunos expertos dicen, y estoy de acuerdo, que por cada minuto ganado en la primera media maratón luego pierdes dos en la segunda. Es algo observable en las marcas que hace la gente. Pasan la primera media muy bien, con intención de bajar de las tres horas, la hacen en 1:28 o incluso menos. Pero luego llega el muro y hacen la segunda media en 1:34 como mínimo.
Tras acabar una maratón, independientemente de si te ha ido bien o mal, de haber sufrido algo, mucho o mogollón, confirmas y/o mejoras tu fuerza mental. Al finalizar los 42.195 metros tocas la felicidad con los dedos. Un momento de plenitud que sólo he sentido anteriormente -con mayor intensidad, eso sí- cuando nacieron mis dos maravillosos hijos.

La felicidad, modo de empleo

La felicidad. Modo de empleo.

A diferencia de otros lugares del mundo donde sobrevivir sin las necesidades básicas cubiertas es todo un logro, en el mal llamado primer mundo (que chupa a los países ricos en recursos naturales), somos unos privilegiados porque vivimos bajo un techo donde además de una cama, hay un baño, grifos varios desde donde sale agua potable y caliente; y uno de ellos es la ducha. ¿De qué podemos quejarnos? De nada.
Para algunas personas la vida es como una montaña rusa, con subidas pronunciadas y bajadas espectaculares. Para otros, por su forma de ser, no hay lugar para sobresaltos y la felicidad es llevar una vida monótona las 24 horas, siempre llano, sin subidas ni bajadas. No me identifico con ninguna de las dos. En todo caso creo que la felicidad es tanto la ausencia de dolor –de muchos tipos claro- como la presencia del amor, con esos momentos compartidos con tu pareja (o no) que van y vienen y que conviene coger al vuelo, como el “sezo” lo único bueno de la vida de adulto. Pero desde luego que la felicidad no puede ser plena….si no se puede salir a correr. Hace poco entrenando me crucé con un hombre ya mayor, de unos 80 años, que al verme exclamó: “Qué envidia me das. Yo también salía antes”. Algún día seré como él y le diré lo mismo a otro que pase corriendo.
Tous les matins du monde sont un chemin sans retour. Y otra buena cita, esta de Simone de Beauvoir, relativa al amor y la vida en pareja: “Entre deux individus, l'harmonie n'est jamais donnée, elle doit indéfiniment se conquérir”.

Objetivo Barcelona: menos kilómetros, más series

Tras la buena experiencia de mi primera maratón opto por aprovechar la forma y sigo entrenando tres días a la semana. En el horizonte está la Marató de Barcelona, que según mi amigo David en los últimos años ha mejorado mucho en recorrido. Ya no llega a Montjuïc como antes. Empieza y acaba en la Plaza España. Mientras me lo pienso salgo en la San Silvestre de Donostia. 8.750 metros. Corro con las Mizuno y acabo en 33:34. Buena marca. Me apunto a la Marató de Barcelona, cuya tabla de entrenamiento empiezo a seguir. La de bajar de tres horas. Tiene menos carga de kilómetros semanales que la de Martín Fiz, unos 75 en total. Me va muy bien. Ni una molestia. Ahora dudo en correr con las Mizuno Wave Nirvana o las Asics 1130. Por los entrenamientos / tiempos me decanto por las Mizuno. Algo más pesadas pero con más amortiguación. Algunos colegas me dicen que si quiero andar sobre las tres horas mejor me compre unas zapatillas algo más ligeras. Aprovechando un viaje laboral a Bilbao me acerco a la tienda Bikila, donde expongo ese dilema. La respuesta que me dan es clara: si vas a andar sobre las tres horas corre con las Mizuno Wave Nirvana. Buenas prestaciones: amortiguación y estabilidad. Algo fundamental cuando tienes que dar tantos pasos. Añaden que hay muchos corredores –incluso profesionales- que optan por zapatillas de competición muy ligeras para correr maratones, cuando en realidad es un calzado para carreras de 10km máximo. Y así vienen las lesiones y calambres, incluso en plena carrera. Si en la maratón tu media no va a bajar de 4 minutos el kilómetro, no vale la pena arriesgarse con una zapatilla más ligera.

Las sensaciones en los entrenamientos son buenas. Los últimos dos meses cumplo a rajatabla las tablas de entrenamientos: series de 1.000 a 3:50, de 2000 a 3:55, de 3000 a 4-4:05. 400 entre 1:18 y 1:13. Cronos con los que quizá podría ser sub3. Incluso los test de predicción de tiempo según los tiempos conseguidos en medias maratones y 10km me dicen que debería andar sobre las tres horas. Pero no, opto por marcarme el objetivo de mejorar la marca de Donostia: hacer menos de 3:10. Entre 3 y 3:10. Creo que es un objetivo realista.

Maratón de Donostia, 30 de noviembre de 2008

Es mi estreno en la Maratón. Será en la Maratón de Donostia. Mucha ilusión. Incertidumbre. Objetivo: bajar de 3:15. Las tiradas largas que he hecho no han pasado de los 28 km. He seguido más o menos la tabla de entrenamientos de Martín Fiz. Me parece equilibrada, pero según algunos son demasiados kilómetros semanales. En torno a los 80. Algunos días se me ha cargado la rodilla más de la cuenta. El día amanece típicamente donostiarra: nublado y chispeando. Y encima fresquito: 4 grados. A medida que nos acercamos a meta se va oscureciendo más y más. Lloverá, y lo peor de todo: pegará el viento en contra. Typical. Es lo malo de la maratón de Donostia. Lo bueno: el circuito es llano, bueno para hacer marca (siempre y cuando no haga mucho viento). La duda: ¿que se den dos vueltas al circuito es bueno o es malo? Por un lado sabes lo que te queda, y por otro pasas por el mismo sitio, y puede ser más aburrido psicológicamente. Aparte de vascos, gente de todo el Estado, sobre todo catalanes y madrileños. Buen ambiente. Me coloco cerca del globo de 3:15 y salir a mi ritmo, sin prisas. Ya habrá tiempo para incrementar la marcha. Veo el paso por el primer kilómetro y…demasiado lento: 4:50.

¿Dónde está el baño?

Aumento un poco el ritmo. En el km5 cojo un botellín de agua y me lo voy bebiendo hasta acabarlo. Al cuarto de hora empiezo a tener ganas de mear. Será que no he vaciado del todo la vejiga en la salida. Me mantengo en un grupo cercano al globo de 3:15. Hacia el km 8 me paro a mear en una zona del Estadio de Anoeta. Me reincorporo sin mayor dificultad. Sigo en el grupo de 3:15. Buenas sensaciones, tengo fuerzas para más pero tengo claro que si hay fuerzas las dejo para los últimos 10km. Veo a mis padres que me saludan a lo lejos desde la estación de Autobuses. Se van de vacaciones a Canarias. Para una vez que corro la maratón cogen y se van. Ten padres para esto.

Empieza a llover con fuerza y lo que es peor, el viento nos frena en la zona del Paseo de la Concha hacia Igara. Bebo en cada avituallamiento. Pero menos que en los primeros 5km. Dos sorbos. Pero me vuelven a entrar ganas de ir al baño. Al pasar por el estadio de Anoeta me vuelvo a parar. No soy el único. Esta vez estoy más tiempo. Pierdo comba. No consigo enlazar con el grupo anterior. Pero sigo a mi ritmo. Paso la primera media en 1:36, bien para hacer menos de 3:15, pero quizá por encima de lo previsto. De todos modos con ese parcial se me hacer raro no alcanzar a la liebre de 3:15. El viento arrecia por el Boulevard, los grupos que había se van deshaciendo. La gente empieza a ir en solitario. Suena “The final countdown” de Europe. Voy solo contra el viento y la lluvia. Tomo un par se sorbos de agua y un gel.

En el 34, Duracell

Acercándome al 30 la lluvia arrecia. Se forma un pequeño grupo en la zona de las Universidades. Queda ir hasta Igara y dar la vuelta en el 34. Es en ese momento cuando empiezo a notar un subidón de fuerza que me empuja a incrementar el ritmo considerablemente. Me emociono con esa sensación. Es como si en la conexión mente-cuerpo es el cuerpo el que guía a la mente y no al revés. O mejor dicho, es el subconsciente el que nos dice lo que hay que hacer. Definitivamente el subconsciente y su sentido común rigen nuestras vidas.
A partir del 32 se supone que ya no quedan carbohidratos que consumir (un par de corredores veteranos de Almería ya venían avisando desde el 25: “la maratón empieza en el 32”) y el cuerpo tiene que empezar a quemar grasa para conseguir energía –de peor calidad-. Por las sensaciones, y sabiendo lo que me queda, 8km, sé que podré mantener este ritmo hasta el final. No veo el muro ni tampoco al hombre del mazo. En el paseo de la Concha doy alcance a la liebre de 3:15 –nos dice que a ese ritmo bajamos de sobra- y a todos los que sufren el ataque del señor del mazo. La sensación de encontrarse con tanta fuerza al final es muy buena.
Enfilo el Paseo Errondo, km 40 en algo más de 3 horas. Al final, entro al estadio de Anoeta pletórico. Qué agradable es correr sobre el tartán. Esprinto y acabo en 3:10. Segunda media en 1:34. Media de 4:30 el km. Me pongo a llorar de la emoción. Busco a mi mujer e hijos. No los veo. Salgo fuera. Jodé, qué frio. ¿Dónde estáis? Intento subir las escaleras para tener una perspectiva mejor, pero tengo las piernas rígidas. Al fin los encuentro. Beso a mi mujer que tiene al pequeño dormido en un brazo y el paraguas en otro. Y la mayor se ha caído y tiene un golpe en la rodilla. ¡Objetivo cumplido Beñat! 2 kilos menos y encima 3 centímetros más bajo. Mi amigo Quique de Barcelona –una máquina con mejor marca de 2:30 y tantos- ha hecho 2:45. Y encima dice que no se ha encontrado muy bien. Quique es de los que entrena por la noche, una vez ha acostado a los niños. De noche, noche, de 10 de la noche a 12:30. Todos los días. Y el fin de semana por las mañanas. A mí me parece demasiado, para el cuerpo y para el coco. Pero, ya se sabe, cada loco con su tema.
Creo que la maratón de Donostia, con 3.200 participantes este año, no ha explotado todo su potencial. Como comentaba antes, el circuito es llano, de los más rápidos que habrá a nivel estatal. Por eso es una pena que el Ayuntamiento de Donostia no apueste por potenciarlo. Si cortara el tráfico por todas las zonas del circuito -y no sólo un carril- se conseguiría una mayor anchura, y, por ende, una mayor participación que a su vez traería consigo sponsor más fuerte. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Llamada inesperada

Al día siguiente me llama el gerente de la tienda de zapatillas donde puse la reclamación. Me dice que no quiere dejar la cosa así y que me pase. A pesar de negar que el modelo tiene la zona del talón más estrecha, al final consigo que me cambien las zapatillas –usadas tres veces- por otras nuevas. Me pruebo varias y finalmente me decanto por unas Mizuno Wave Nirvana. Se supone que son para corredores de más de 80kg. Pero se me ajustan bien al pie. Los primeros entrenamientos con estas bambas confirman la buena elección.

Imprevisto con las zapatillas

Imprevisto con las zapatillas

Así que en 2008, unos dos meses antes de la Behobia, empiezo a preparar la Maratón de Donostia, que se celebra el 30 de noviembre. Paso de los 2-3 entrenamientos por semana a 4, combinando tiradas 10-16 km con series de 500-1000 y 2000. Primera tarea: cambiar de zapatillas. Soy pronador y tengo el pie cavo. Las Asics Kayano me han ido bien, así que decido cogerme otras. Me dan el nuevo modelo, las Kayano 14 en lugar de las 13. Me las pruebo y bien. Craso error. Al poco de salir a entrenar me empiezan a hacer rozaduras en el talón interno del pie derecho. Me pongo un parche pensando que es porque son nuevas. Ese fin de semana toca la carera de 15km de Donostia. Salgo con las Kayano (había tirado las viejas, ¡cojonudo!) y ya desde el principio noto que la rozadura se iba extendiendo. A pesar de eso, al final hago un buen tiempo: 1:00 clavada. Pero claro, al quitarme la zapatilla veo que no puedo seguir con esas bambas. Un colega me comenta que las nuevas Kayano eran más estrechas que las anteriores. Es lo mismo que dije en la tienda (con sección de atletismo y supuesto experto en materia). Me lo negaron. Pedí que me las cambiaran por otras. Me dijeron que no, que me hacían el 40% de unas nuevas. Dije que no, y pedí el libro de reclamaciones.
Parón de entrenamientos durante una semana hasta curar la herida. Mientras acudo a un Decatlón y me cojo unas Asics 1130. La Behobia está a una semana vista. Entreno con estas Asics 1130 la última semana y bien. Ni una molestia. Corro la Behobia y acabo en 1:23 justos. Buenas sensaciones. Me queda la duda de haber intentado ir con los del globo de 1:20, pero a decir verdad, soy partidario de correr a un ritmo propio y buscar acomodo en grupos con ritmos parecidos, pero sin descuidar los tiempos de paso por kilómetro. Algo que he repetido en las maratones y me ha ido bien. Quedan tres semanas para la Maratón de Donosti.

Estoy disfrutando los entrenos. Lo de sacar tiempo debajo de las piedras, es decir, salir a deshoras –a primera hora de la mañana o a última de la noche, jarreando y con humedad- es parte del escenario en el que nos movemos los corredores populares. Con eso de que trabajaba en Vitoria-Gasteiz y tenía que ir todos los días en coche desde Donostia -3 horas ida y vuelta más cansancio, el año pasado me iba a entrenar a las 5:30 de la mañana. Es decir, noche cerrada, Y varias veces un grupo de gente que iba a trabajar me gritaba: “¡Estás loco!”. Pero lo más habitual es oír el típico “¿para qué corres, si no te persigue nadie?”.
También es parte del guión tener que negociar con la familia las salidas –sobre todo las del fin de semana-, más aún cuando tenemos hijos pequeños. Supongo que a más de uno le habrá pasado salir a entrenar y al volver encontrarse con… la maleta en la puerta de casa. Ja ja.

El mérito de los corredores populares


Después de varios años saliendo en la Behobia-San Sebastian, unas 7 veces, en 2007 hice mi mejor marca hasta la fecha: 1:22. Contento, tampoco había entrenado mucho, tres días a la semana: una de 12km, otra de series de 1000 y una tirada más larga de 16km. Pero había bajado en 5 minutos mi tiempo anterior. Fue unas semanas después cuando, animando a los valientes que se atrevieron con la maratón de Donostia, me dije: “el año que viene vas a estar entre ellos”. Era el km30, cuando a la gente sólo le quedan unas gotas en el depósito, cuando ves que unos se paran y van andando porque tienen calambres, cuando un grito de ánimo tuyo les hace reaccionar y seguir hacia la meta. Te lo agradecen con la mirada, con el gesto. Algunos/as hasta bromean. Todos, absolutamente todos los que se atreven a desafiar los 42 kilómetros y 195 metros de la maratón, desde Gebreselassie hasta los que acaban en 6 horas son unos valientes. No obstante, sin (falsa)modestia, creo que los corredores populares tenemos mucho más merito por el mero hecho de preparar una carrera fuera del horario laboral y familiar. Pero salir a correr y sentir el placer de sentir el cuerpo y la mente en sintonía es una necesidad. Hay un dicho en euskera que resume a la perfección esta sensación: “Gustuko tokian aldaparik ez” (Cuando a uno le gusta algo no hay cuestas)

Correr para vivir mejor


Supongo que entre los corredores populares habrá de todo, gente buena, mala –al fin y al cabo también Bush sale a hacer footing- y regular. Pero estoy seguro de que tengo mucho más en común con una persona que sale a correr que con todos esas personas que veo metidas en sus coches y que no tienen ninguna pinta de ni siquiera salir a andar. Muchas de ellas son obesas. Cada vez veo más gente gorda, sobre todo niños y jóvenes. En mi época en cada clase solía haber una persona rechoncha, “el gordo”, y punto. Ahora se han multiplicado. La responsabilidad de ponerse así no es sólo suya, también es de la industria de la alimentación que mete todas esas porquerías en la comida para crear adicciones y también del sedentarismo al que te empuja el sistema, con una educación en la que ya no se inculca la cultura del esfuerzo. Vivimos en la era del lo quiero ya. Tirados en el sofa viendo la tele o “navegando” por la red. Y si quieren hacer algo de deporte, pues para eso esta la Wii. Es lo que le interesa al sistema: consume. Atibórrate. Así no harás preguntas. Y cuando te hagas alguna, te meteremos miedo, la mejor forma para tener controlada a la población.
Y atención a la nueva epidemia que ya está entre nosotros: la obesidad, y sus consecuencias –diabetes, etc- que pagaremos todos en la seguridad social. Abogado del diablo: ¿Debería cubrir la sanidad pública los tratamientos contra la obesidad? ¿Deberíamos costear igualmente los tratamientos contra las enfermedades producidas por el tabaquismo?
Cuando paso corriendo por la acera y hay una hilera de coches en un atasco me suelo fijar en sus caras de mala leche. Pienso cuánto tiempo de su vida pasa (pasamos) la gente metida en un coche, el símbolo de estatus por excelencia en nuestro mundo, que, por cierto, ¿cómo lo estamos dejando a nuestros hijos/as? “SÓLO CUANDO EL ULTIMO ÁRBOL ESTÉ MUERTO, EL ULTIMO RÍO ESTÉ ENVENENADO Y EL ÚLTIMO PEZ SEA PESCADO NOS DAREMOS CUENTA DE QUE NO PODEMOS COMER DINERO” (Carta del jefe indio Seattle a Franklin Pierce, presidente de los EE.UU. 1854).

Me estoy yendo por las ramas, pero en fin, creo que todo está relacionado. Ser corredor es también tener una filosofía de vida, de cuidarte por dentro y por fuera, de llevar unos hábitos sanos (aunque correr la maratón no lo sea), y encima puedes comer lo que quieras porque no engordas, jaja. Además, a diferencia de otros deportes que también he practicado, como el fútbol y el ciclismo, en el atletismo he encontrado compañerismo y ayuda mutua.

Pain is temporary, pride is forever

Soy un korrikalari / corredor de fondo habitual, es decir, salgo una media de dos-tres días a la semana durante el año. Entre semana una-dos salidas de 45-50 minutos y otra el sábado-domingo de 1h 15minutos. Estas dos-tres salidas me vienen de maravilla para mantenerme en forma “mens sana in corpore sano”. Soy de los que si no salgo a correr me siento como un pájaro enjaulado. Correr para vivir mejor. Será por las endorfinas, dopaminas y demás neurotransmisores naturales. Ahora, a punto de cumplir los 40 y entrar en mi segunda adolescencia, sé que si las lesiones me respetan, seguiré siendo un runner, más allá de las marcas que pueda hacer, algo, totalmente secundario, pero que no obstante viene bien para encontrar la motivación. Establecerse objetivos (realistas). Lo que sí es curioso es que en la Behobia-San Sebastian (20km de subidas y bajadas) ahora hago mejor marca (1:22) que cuando tenía 22 años (1:28:). Supongo que será por el entrenamiento.

He corrido desde pequeño, desde que en mi Barcelona natal el profe de gimanasia Joan Corominas en la Escola Heura nos inculcara la afición a correr. Además de las cuestas del barri d´Horta, por donde salíamos a correr, el estadi Joan Serrahima fue el escenario de nuestras primeras carreras (habitualmente de 1000 metros). De hecho, del grupo de la clase, 8 de nosotros seguimos haciendo footing habitualmente, y cuatro nos hemos atrevido con la maratón, que para correrla, sí, hay que estar un poco zumbado, pero para acabarla, también hay que estar muy cuerdo.

Te hará más fuerte

Este es el cuaderno de bitácora de Beñat Doxandabaratz, un corredor popular, de profesión periodista, cuya buena experiencia corriendo la maratón puede venir bien a todos aquellos que se sientan con ganas de encarar los míticos 42.195 metros, que conmemoran la gesta del soldado griego Filípides, que en el año 490 a.C. recorrió la ruta entre la bahía de Marathón y Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa. Un esfuerzo que según la leyenda le costó la vida por extenuación. Si Filípides hubiera cogido el caballo, la maratón no existiría, ni nosotros estaríamos aquí dando la chapa