Demasiado tranquilo
Al llegar a la salida me sorprende ver ya a tanta gente,
cuando la mayoría de los participantes saldrá bastante más tarde. Aunque llegues
un poco frío, la animada megafonía de Joseina Etxeberria se encarga de que
entres en calor. Caliento un poco en el campo de cemento próximo a la salida. Mis zapatillas, unas New Balance 870 V3, para pronadores de menos de 75 kg, que me han ido muy bien en los entrenamientos previos. Son ligeras e invitan a ir rápido. Ha llegado la hora, me dirijo a la salida de los dorsales verdes. Las
sensaciones previas son raras, me encuentro como demasiado tranquilo, sin ese
punto de tensión necesario para afrontar una media maratón tan exigente como
esta. ¿Será porque pasan los años, porque la motivación baja después de tantas
ediciones saliendo? (no las he contado, pero serán más de 12).
¡Pummm! Salimos. Me sorprende ver tanta gente corriendo tan
lento en la salida. Me tengo que frenar, y no hay huecos. Algo raro (Luego se
supo que eran corredores que no respetaron el orden de salida, 1.800 en total,
y que fueron descalificados por la organización). Paso el Km1 a 4:15. Mi
intención es andar como el año pasado, en el que hice 1:25. A ese ritmo lo
conseguiría. Pero una vez pasado Irún, en Ventas, el viento en contra arrecia.
Será difícil. Prefiero ir de menos a más, por lo que me impongo un ritmo cómodo
y dejo de mirar los parciales por kilómetro. 5 km en 21:27.
El pirata, con bafles
Empieza Gaintxurizketa, y subo cómodo, sin forzar. Sigue el
viento en contra. Empezamos las subidas y bajadas hacia Lezo, y antes de verlo,
ya lo oigo: el pirata, con su música heavy sigue fiel a su cita. Le saludo al
tiempo que agita su bandera pirata al viento. Este año la organización le ha
puesto megafonía, y se notan los decibelios.
Paso el km 10 en 43:57, bien de caja y musculatura. Quizá
demasiado cómodo. Pero todavía queda Pasaia. En el avituallamiento bebo un vaso
de Powerade, a sabiendas de que me cuesta amoldarme a los kilómetros de llano
tras las subidas y bajadas hacia Lezo. Efectivamente, bajo el ritmo, y durante
un par de kilómetros me adelantan más que adelanto. De hecho me adelanta la
liebre de 1:25. Kilómetro 15 en 1:06. Me pico conmigo mismo. Poco a poco
empiezo a coger un ritmo mejor. Los txistularis de Trintxerpe me hacen afrontar
la subida a Mirakruz con un poco más de fuerza. Veo a dos corredores que están
siendo atendidos, no parece que puedan seguir.
Sin batucada.
Este año se echa en falta la batucada que otros años animaba
a la altura de la gasolinera de La Paz. Corono Mirakruz y acelero el ritmo
cuesta abajo. Me encuentro bien. No cojo agua en el avituallamiento en el reloj
de Ategorrieta. Quizá tenía que haber sufrido un poco más, pero, ¡qué leches!
he disfrutado de la carrera, y eso es lo que importa. Avenida Navarra, Paseo de
la Zurriola, y a la altura del Kursaal, bai! Ahí está María, animándome. Con la
fuerza que me da verla, aprieto hasta el medio kilómetro que hay hasta la meta.
Esprinto y paro el crono en 1:27. Bien. Además, la excusa del viento gallego (dos
minutos más que el año pasado) está bien, pero como decía al principio, si bien
he entrenado parecido (tres días a la semana los últimos dos meses) este año me
notaba menos tensionado. Mis hijos iban a ir a verme, pero no los veo. Estaban
esperándome, pero en la Plaza Gipuzkoa. Al no tener la bolsa allí, no pasé por
ahí. ¡Qué pena! Cuando hablo con mi hijo me dice: “berdin du aita zu ikustea,
ze korrikalari batek domina eman dit” (no importa que no nos hayamos visto,
porque un corredor me ha dado su medalla).
Me voy a comer con Maria al Petit Pais, un bar-restaurante
ubicado en Gros, donde nos atienden con simpatía. Tenía ganas de comer
butifarra. Solo faltaba la crema catalana de postre.
P.D. Al poco de acabar nos comunican la terrible noticia:
una corredora navarra ha muerto antes de llegar a la meta. La Behobia no es
broma, en algunos aspectos la encuentro hasta más dura que la maratón (he
corrido dos y sé lo que supone), por cuanto las constantes subidas y bajadas
son una dificultad añadida a la distancia. Al día siguiente hablo con un amigo
sobre la muerte de la chica. Y me dice: “ayer, antes de salir, estuve hablando
con ella y su novio. Seguramente soy una de las últimas personas que hablé con
ella”. Somos todo y no somos nada a la vez.
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