2013(e)ko abenduaren 10(a), asteartea

Crónica de una Behobia con viento gallego



 La 49ª Behobia se presenta con algo de lluvia y…viento en contra, ¡vaya! Mi salida es a las 10:00, por lo que cojo el topo (el tren que va de Donostia a Hendaia) a las 9:00, y como voy sin bolsa, no tengo que preocuparme de llegar mucho antes, así que solo media hora de antelación. Cojo el topo en la Estación de Easo y consigo un asiento. Se cierran las puertas y parece que no cabe nadie más. Pero al llegar a la estación de Anoeta, entra más gente, que se agolpa como puede en el vagón. Puedes escuchar varias conversaciones a la vez, en su mayoría monotemáticas: la carrera. En el vagón hay bastantes catalanes (más de 5.000 participarán en la prueba, que el año que viene irá a por los 30.000 participantes). Entre las conversaciones sobre la estrategia de carrera, las barritas energéticas que se van comiendo los participantes y el olor a reflex se te contagia la ilusión previa a la prueba, y también cierto punto de nerviosismo (el otro día un amigo me decía que prefiere mil veces que le lleven en coche hasta Behobia de cara a evitar el trajín del tren y el “nerviosismo” que flota en el ambiente).

Demasiado tranquilo
Al llegar a la salida me sorprende ver ya a tanta gente, cuando la mayoría de los participantes saldrá bastante más tarde. Aunque llegues un poco frío, la animada megafonía de Joseina Etxeberria se encarga de que entres en calor. Caliento un poco en el campo de cemento próximo a la salida. Mis zapatillas, unas New Balance 870 V3, para pronadores de menos de 75 kg, que me han ido muy bien en los entrenamientos previos. Son ligeras e invitan a ir rápido. Ha llegado la hora, me dirijo a la salida de los dorsales verdes. Las sensaciones previas son raras, me encuentro como demasiado tranquilo, sin ese punto de tensión necesario para afrontar una media maratón tan exigente como esta. ¿Será porque pasan los años, porque la motivación baja después de tantas ediciones saliendo? (no las he contado, pero serán más de 12).
¡Pummm! Salimos. Me sorprende ver tanta gente corriendo tan lento en la salida. Me tengo que frenar, y no hay huecos. Algo raro (Luego se supo que eran corredores que no respetaron el orden de salida, 1.800 en total, y que fueron descalificados por la organización). Paso el Km1 a 4:15. Mi intención es andar como el año pasado, en el que hice 1:25. A ese ritmo lo conseguiría. Pero una vez pasado Irún, en Ventas, el viento en contra arrecia. Será difícil. Prefiero ir de menos a más, por lo que me impongo un ritmo cómodo y dejo de mirar los parciales por kilómetro. 5 km en 21:27.

El pirata, con bafles
Empieza Gaintxurizketa, y subo cómodo, sin forzar. Sigue el viento en contra. Empezamos las subidas y bajadas hacia Lezo, y antes de verlo, ya lo oigo: el pirata, con su música heavy sigue fiel a su cita. Le saludo al tiempo que agita su bandera pirata al viento. Este año la organización le ha puesto megafonía, y se notan los decibelios.
Paso el km 10 en 43:57, bien de caja y musculatura. Quizá demasiado cómodo. Pero todavía queda Pasaia. En el avituallamiento bebo un vaso de Powerade, a sabiendas de que me cuesta amoldarme a los kilómetros de llano tras las subidas y bajadas hacia Lezo. Efectivamente, bajo el ritmo, y durante un par de kilómetros me adelantan más que adelanto. De hecho me adelanta la liebre de 1:25. Kilómetro 15 en 1:06. Me pico conmigo mismo. Poco a poco empiezo a coger un ritmo mejor. Los txistularis de Trintxerpe me hacen afrontar la subida a Mirakruz con un poco más de fuerza. Veo a dos corredores que están siendo atendidos, no parece que puedan seguir.


Sin batucada.
Este año se echa en falta la batucada que otros años animaba a la altura de la gasolinera de La Paz. Corono Mirakruz y acelero el ritmo cuesta abajo. Me encuentro bien. No cojo agua en el avituallamiento en el reloj de Ategorrieta. Quizá tenía que haber sufrido un poco más, pero, ¡qué leches! he disfrutado de la carrera, y eso es lo que importa. Avenida Navarra, Paseo de la Zurriola, y a la altura del Kursaal, bai! Ahí está María, animándome. Con la fuerza que me da verla, aprieto hasta el medio kilómetro que hay hasta la meta. Esprinto y paro el crono en 1:27. Bien. Además, la excusa del viento gallego (dos minutos más que el año pasado) está bien, pero como decía al principio, si bien he entrenado parecido (tres días a la semana los últimos dos meses) este año me notaba menos tensionado. Mis hijos iban a ir a verme, pero no los veo. Estaban esperándome, pero en la Plaza Gipuzkoa. Al no tener la bolsa allí, no pasé por ahí. ¡Qué pena! Cuando hablo con mi hijo me dice: “berdin du aita zu ikustea, ze korrikalari batek domina eman dit” (no importa que no nos hayamos visto, porque un corredor me ha dado su medalla).
Me voy a comer con Maria al Petit Pais, un bar-restaurante ubicado en Gros, donde nos atienden con simpatía. Tenía ganas de comer butifarra. Solo faltaba la crema catalana de postre.

P.D. Al poco de acabar nos comunican la terrible noticia: una corredora navarra ha muerto antes de llegar a la meta. La Behobia no es broma, en algunos aspectos la encuentro hasta más dura que la maratón (he corrido dos y sé lo que supone), por cuanto las constantes subidas y bajadas son una dificultad añadida a la distancia. Al día siguiente hablo con un amigo sobre la muerte de la chica. Y me dice: “ayer, antes de salir, estuve hablando con ella y su novio. Seguramente soy una de las últimas personas que hablé con ella”. Somos todo y no somos nada a la vez. 

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