2017(e)ko martxoaren 13(a), astelehena

Crónica de la Marató Barcelona 2017

Afronto la Marató de Barcelona 2017 con el pique “sano” de mejorar la de Donostia 2016, donde salí solo habiendo entrenado para la Behobia. Y claro, luego lo noté e hice 3:31. Por eso durante estos últimos 3 meses he entrenado unos 70 kilómetros semanales, divididos en 5 días, con una tirada larga los domingos, de unos 27 kilómetros. Las últimas 3 semanas he hecho tapering, es decir, he ido reduciendo kilometraje semanal. Y la última tirada larga la hice 3 semanas antes.

Habían anunciado tiempo fresco para el domingo en Barcelona, pero el día amanece más caluroso de lo anunciado, 16 grados ya a las 8:30. Cogemos el metro y los vagones se van llenando de color, con muchos corredores extranjeros. Algunos de ellos se ponen el dorsal en pleno metro y otros hacen estiramientos. Me acompañan mi hija y mi tío Iñaki a la salida. Mi pareja, mi hijo y los suyos estarán en el km 40. “Uy” -le digo-, por el 40 no iré con mi mejor cara, recordando que los últimos 2 km son subiendo el Paral.lel.


El ambiente en la saldia es fenomenal. Animación en català, inglés y francés. Hago un poco de trote y me dirijo al cajón de salida. Me corresponde el de 3:15-3:30. Creo que he estoy en disposición de hacer en torno a 3:15. Por eso voy a intentar ir con las liebres de 3:15, que te marcan el ritmo y te olvidas del crono. Me sorprende ver a gente tomando geles ya antes de empezar. Yo también tengo algunos, pero a partir del km 22 van a darlos en los avituallamientos.


Suena la música de “Barcelona”, con Freddie Mercury y Montserrat Caballé, con motivo del 25º aniversario de aquella Maratón Olímpica. Me emociono recordando aquella época veinteañera, recién acabada la carrera, con la ilusión de que Barcelona 92 fuera un éxito, con mi inicio en el mundo laboral. De repente, el cambio de música me hace bajar de esa nube: suena “Eye of the Tiger”, de la película “Rocky”. Los participantes empezamos a levantar las manos. Quedan 2 minutos para la salida.


Sueltan los confetis azules y salimos. Cuando estaba parado estaban más cerca, pero las liebres de 3:15 se me han ido bastante. Acelero un poco, y hacia el km 1 los cojo. Vamos muchos con ellos. Hace más calor del que pensaba, porque me noto el sudor. El ritmo es más o menos el que toca, a unos 4:30-4:35. Nos mantenemos ahí, pero al ir subiendo algún kilómetro cae más lento. Por la Travessera de les Corts llegamos al Camp Nou. Los propios corredores aplaudimos a los diferentes grupos que van llevando a una persona en silla de ruedas reivindicando fondos para la lucha contra alguna enfermedad o por simple apoyo. Pero esos gritos de apoyo aumentan aún más al adelantar a alguien. No sé por qué es, aunque no tardo en comprobarlo: vemos a un corredor al que le falta una pierna corriendo a buen ritmo apoyado en dos muletas, junto a un grupo que le acompaña. “Eso sí que tiene mérito, y no lo nuestro”, pienso.


Al llegar a la Diagonal, una de las liebres nos avisa: hace mucha humedad, así que hidrataros en cada avituallamiento. Pensaba hacerlo, pero así es más fácil, porque la mayoría del grupo lo hace y se echa a los lados cuando viene el avituallamiento. Además de agua dan Powerade. Enfilamos la Diagonal, Urgell, y pasamos el km 10, en el que hago 45:53. Voy muy cómodo. Pero sé que ¾ de la marató empiezan en el 30. Al llegar a la Monumental oigo gritar a mi hija: “Aitaaa”. Desde luego ahora hay mucha más gente animando que en el 2009. Además, la animación también ha mejorado mucho, con muchos grupos de Batucada, o música en directo.


Vamos por la Gran Vía hacia el Passeig de Gràcia. Allí vuelta a subir hasta llegar a La Pedrera. Por Rosselló otra vez plano (01:08:52 en el km 15) y bajamos hacia la Sagrada Familia. Al llegar a la Meridiana (la zona más desangelada, pero ha mejorado), mi amigo David me acompaña un rato. “Vas molt bé Beñat”. Al llegar a Fabra i Puig media vuelta y llegamos a la media maratón, 01:36:48. Me encuentro muy bien, de caja y de piernas. El recorrido va un poco cuesta abajo, y nos acercamos a la fase crítica, al temido muro. Otra vez a la derecha por la Diagonal, para hacer del 25 al 30. Esta zona se me hace larga.

Llega Mr. Muro


Empiezo a notar que me cuesta ir con las liebres, si bien aguanto. Se me ha despegado el imperdible de arriba del dorsal, casualidad. Me tomo un gel. Opto por ir más cómodo y seguir la estela. Pierdo comba, pero me mantengo a unos 50 metros. Paso el 30 en 02:18. Así voy bien, si bien noto que el “muro” ha llegado (En Donostia lo noté a partir del 23, con lo cual hemos mejorado). Si bien no voy ya con el grupo, es curioso ver que aún así voy pasando a bastante gente. De hecho, en la información de carrera veo que pasé de ser el 2771 a la salida, a acabar el 1832, con lo cual he mejorado 939 puestos.


Por el 34, en el Port Olímpic noto el muro, pega el sol, pero me mantengo. Hago unos kilómetros junto a dos gemelas alemanas que también se han descolgado de las liebres. Otra vez a subir, y ahí me pesan cada vez más las piernas. Al pasar por el 37 el señor Muro me empieza a dar con el mazo. Es como si tuviera 5 kilos de más en cada una. Veo el Arc de Triomf, y me digo, “venga, una subida y otra vez llano. Pero no, la Ronda de Sant Pere tira un poco para arriba. “Venga Beñat”, me anima la gente. Sigo adelantando a algunos corredores, si bien también me adelantan otros. Es aquí donde lo que te hace avanzar a un ritmo sostenible pero exigente es la mente, más que el combustible de grasa del que tiramos a partir del 30. Al llegar a la Plaça Catalunya me digo, “ánimo, que ahora es todo bajada por Vía Laietana hasta el Monumento a Colón. Y ahí puedes acelerar”. Mi gozo en un pozo. Voy prácticamente igual cuesta abajo que en llano. Me acompaña un hombre mayor pequeño, de unos 65 años. Veo a bastantes corredores ya sufriendo de calambres. Algunos miembros de la organización les ayudan.

Llegamos al 40 (03:06:23), y ahí empieza el “puerto” del Paral.lel. Pega el sol y tengo calor. El hombre mayor se ha quedado, pero a ver si me mantengo así con su edad (yo de mayor quiero ser como él). Al fondo veo la Plaza Espanya. Intento apretar un poco, pero me digo, espera al 41. Entonces veo a mi hijo -que me saca una foto- junto a mi pareja y sus hijos. Les sonrío y paso la mano, acaricio la cara de mi novia. Con sus ánimos enfilo el último kilómetro.

Cada pierna me pesa 10 kilos más, y parece que el tiempo transcurre mucho más lentamenteeee. Hay mucha gente animando, ya oigo la megafonía. Llego a la Plaza Espanya, y solo me quedan 195 metros. Saco fuerzas no sé de dónde y esprinto. Paro el crono en 3:17. Con una segunda media maratón 3 minutos peor que la primera, a 2 minutos de las liebres de 3:15. A una media de 4:40 el kilómetro. He hecho 14 minutos menos que en la Maratón de Donosti, hace 3 meses. Y las zapatillas Brooks Ghost 9 se han portado: buena amortiguación, cómodas, bastante reactivas y ni un roce.

Estoy contento. Sé que no he mejorado mi mejor marca en maratón (03:05 en 2009), pero es que ahora tengo 8 años más, y también he entrenado un día menos a la semana. Como dice el escritor-corredor japonés Haruki Murakami, a partir de los 45, cada año que pasa tu marca empeora en un minuto. Me invade la emoción de haber acabado con un buen tiempo, y sobre todo "bien".

Me dan la medalla Finisher, y me la cuelgo orgulloso. Llamo a mi hija para juntarme con mi familia. Quedamos todos en la torre izquierda de la Fira. Ahora al apartamento a ducharme, y a coger el tren de las 15:30 hacia Donosti. Pena que no tengamos un día más para disfrutar en Barcelona, la ciudad de mi infancia, de la que nos fuimos, pero a la que sigo apegado. Quizá porque la percibo como el reflejo del niño que fui.

2016(e)ko azaroaren 30(a), asteazkena

Crónica Maraton Donostia 2016



Foto: Maratón Donostia
Afronto mi tercera maratón con muchas ganas de volver a sentir el ambiente de la “prueba reina” desde dentro. Y es que ya han pasado 7 años desde la última que hice, la Maratón de Barcelona, donde paré el crono en 3:05, muy contento, aunque no consiguiera bajar de las 3 horas. Esta vez no he entrenado tanto, ya que me he preparado específicamente para la Behobia-San Sebastián, en la que he vuelto a repetir mi tiempo típico, 1:28. De hecho, para salir en la maratón solo he hecho una tirada larga de 28 kilómetros, y solo un semana antes de la cita, lo cual si bien por un lado me ha dado tranquilidad psicológica, por otro creo que me generará cansancio para la maratón (durante la noche empiezo a sentir molestias en la planta del pie izquierdo).... Soy consciente de que esa tirada larga tan tarde me puede pesar, y por eso he optado por salir de un modo conservador. 


El día amanece perfecto para correr, 8 grados a las 9:00 de la mañana. Me sitúo en la zona de los atletas de 3:30. Me alegra ver a cada vez más mujeres participando (el 22% del total). Los de la media y la maratón entera estamos mezclados, con lo cual lo mejor es ir cada uno a su ritmo. 
He mirado poco el recorrido del circuito, a sabiendas de que hacer dos vueltas a un mismo circuito no es lo mejor cuando afrontas la distancia de Filípides. Aun así, creo que el circuito de Donostia es muy bueno, y es una pena que otros maratones del Estado (Sevilla, Valencia, Barcelona,...) le hayan comido “la tostada”. La organización argumenta que con más presupuesto podrían traer a mejores atletas que superasen el récord de la prueba, 2:09:34, que estableció el keniata Timothy Cherigat hace ya 14 años. Pero que si tuvieran más dinero tendrían que decidir a qué darle prioridad al maratón popular o a un maratón de calidad. Que me lo expliquen, porque no lo entiendo: con mantener un buen circuito como este y un buen plantel de atletas de élite, la participación incrementaría considerablemente (el año pasado fue el récord con 3.550 inscritos, pero este año ha bajado a 3.250). 



Empiezo tranquilo, con el objetivo de ir a 4:40-4:45 el kilómetro, para acabar en torno a 3:20. Las sensaciones son buenas: voy bien de caja y me voy frenando. Pero bueno, sé que aun yendo en plan “segurola” y ahorrar fuerzas, a partir del 22 ya entran más factores en juego. Llevo el cortavientos puesto, y aunque hace poco más de 10 grados, tengo calor. Y al ver a mi hija animándome, me lo quito y se lo lanzo. Paso el kilómetro 10 en 50:00, más lento de lo que me parecía. Acelero un poco, y el km 14 lo hago en 1:08:48, es decir a 4:42 el km. Me hidrato en la mayoría de los avituallamentos de agua y bebida isotónica, que son frecuentes. A la altura de las universidades empiezo a notar una molestia en la planta del pie izquierdo, y si bien intento no darle importancia, noto que no puedo pisar bien. Hago la primera entrada en el estadio de Anoeta, bailando en esa franja de 4:40-4:45. Paso el 21 en 1:42:48, a 4:52 el kilómetro. 





Empieza la “cara B"
A partir del paso por la media, las molestias empiezan a ir a más, hasta el punto de tener que bajar el ritmo. Voy bien de pulsaciones, pero la fascitis me impide impulsarme bien, y tengo que cargar el pie derecho. Me empiezan a adelantar corredores... Al entrar en el túnel que va hacia la rotonda de Martutene me tomo una gominola, y me invade una extraña sensación: por un lado sé que al no poder pisar bien con todo el pie (el cerebro te frena para que te duela menos) no voy a poder aguantar el ritmo anterior, y que me costará bajar de 3:30. Siento que no tenía que haber hecho esa tirada larga hace una semana, y que tenía que haber acumulado más de 40 kilómetros a la semana durante los últimos dos meses, al menos 55. En fin… Pero por otro lado siento que si no me entra ningún calambre o se me sube la bola, voy a acabar la prueba. 



Me parece curioso que siendo la maratón una prueba mucho más dura que le Behobia (que también lo es) tenga muchos menos espectadores animando de lo que debería. Más aquí, en el País Vasco, donde el ánimo del público es lo que destacan todos los deportistas. Aun así, “chapeau” por toda la gente que nos anima, también para los que en el paso de la media nos digan, “aupa, que ya queda poco”. La mayoría de los que vienen a animarnos entienden que acabar la maratón ya es ganar, y eso se nota en el ambiente. Es una prueba dramática de las de verdad. 

Foto: Maratón Donostia

Bajo mucho el ritmo, hasta ir a 5:10. Paso el 30 en 2:27, y a partir de ahí sigue el bajón, con algún kilómetro a 5:20. A partir del 35, al dar la vuelta en Igara ya hacia la meta recupero un poco, no sé cómo, porque no apoyo bien el pie. Empiezo a adelantar a algunos corredores, pero me adelantan bastantes más, jaja. Ahora ya es un tira y afloja. Bastantes korrikalaris tienen que pararse por los calambres, reanudan la marcha, pero vuelven a pinchar. Al pasar por el 40 veo a mi hija animarme (mi hijo tiene partido de fútbol y no ha podido venir). Le señalo que no voy bien, pero que me mantengo. En el Paseo de Errondo siento la meta cerca, y el ánimo del público agolpado te empuja. Intento acelerar, pero no puedo. Tan solo al entrar el estadio de Anoeta acelero y gano unos segundos que me permiten hacer 3:30. Me invade una sensación agridulce. He hecho la primera media en 1:42 y la segunda en...1:48. 


Lección para la próxima, que la habrá: hacer bien el tapering y, sobre todo, no hacer la tirada larga una semana antes. Y segundo, acumular más kilómetros de rodaje. De esto último ya era consciente, pero no pensaba que realizar esa tirada larga me fuera a producir no solo cansancio sino también que me provocara una lesión en plena carrera. En fin, el año que viene repetiré en la Maratón de Donostia, si no es antes en la de Barcelona el 12 de marzo.

2015(e)ko azaroaren 11(a), asteazkena

Crónica de una Behobia infernal


Afronto mi decimoquinta Behobia bastante bien entrenado (tres días a la semana durante los dos últimos meses, incluyendo algunas series de 1.000 y 400). Mis sensaciones son buenas: 41 minutos justos en el Cross de las Tres Playas de Donosti. Sin embargo, si durante la semana los partes meteorológicos hablaban de calor para el domingo, cuando a las 7 de la mañana salgo a la terraza y siento el bochorno, suspiro y me digo: “Esto va a ser peor que la edición de 2011. Tiene toda la pinta”.
Al llegar a la estación del Topo para coger el tren que nos lleva a Behobia, me doy cuenta de que se me ha olvidado el dorsal. Vuelta a casa. Cojo el topo media hora más tarde, con lo que creo que no voy a llegar a la salida de las 10:07. En el tren me toca al lado de una feliz pareja de veinteañeros. “Venimos a ver el ambiente y a disfrutar”. “Bueno, pues el ambiente no va a faltar, pero con el calor que viene, tomáoslo con tranquilidad, porque salvo el primer kilómetro, el 11 y el 12 y el kilómetro final, el resto son subidas y bajadas” – les respondo. “Gracias por el consejo”.
Lllegamos a Behobia, y consigo meterme en el bus que nos lleva a la salida. Intento remontar para llegar a tiempo. Pero me es imposible, porque han retrasado la salida. Cuesta tanto remontar, que también llego justito a la salida de las 10:17.
En la salida el speaker Joseina Etxeberria avisa a los corredores: “Korrikalaris, hoy va hacer mucho calor, así que no es día de marcas”. Veo a la liebre de “1:25” y pienso: “Iré a mi ritmo, y si puede ser, sin perderla de vista”.

Toc toc: soy el flato
Salimos. Afronto los primeros kilómetros fresco, pero ya a partir de Ventas, empiezo a notar que no voy fino. El viento sur y la humedad se empiezan a notar. Aun así, paso el kilómetro 5 en 21:51. Empieza Gaintxurizketa, y más o menos, voy aguantando. Bebo agua en cada uno de los avituallamientos. Tras coronar empieza la bajada hacia Errenteria. Ahora a apretar, me digo. Oigo la música heavy del pirata, a ver si con esas. Al pasar por delante del pirata, que agita la bandera al paso de los corredores, intento acelerar un poco las piernas no obedecen. Paso el 10 en 45 minutos. En ese momento aparece la liebre de 1:30. Intento mantenerme más o menos detrás. Pero es inútil, el calor me hace mucha mella. Miro a mi alrededor, y todo el mundo va parecido. Es como si tuviera el freno de mano puesto,  y el oxígeno no llega bien a los músculos. Y encima me entra el flato, algo que no recuerdo que me haya pasado en ninguna carrera. A partir de aquí, paso de ir 4:30 el kilómetro a hacerlo a 5:00. Increíble la pájara que llevo. Me parece pesar 100 kilos en lugar de 70. Me adelantan mucho más de lo que lo hago yo. No consigo engancharme a ningún grupo. Me noto alto de pulsaciones. En esta situación, según he leído, al aumentar nuestro ritmo cardíaco por el calor estaremos propiciando el agotamiento del glucógeno muscular, y a su vez el calor hará que acumulemos más ácido láctico en los músculos.

Paso por el kilómetro 15 en 1:09:33. Qué ganas de llegar. El flato me molesta, pero voy aguantando. Subiendo Miracruz mantengo el tipo, y espero que la bajada desde el Arzak hacia la meta, se me haga más llevadera. Pero sigo con las pilas fundidas. No voy ni cuesta abajo. Y eso que las Skechers Go Run 4 que llevo son ligeritas. Entramos en el falso llano de la Avenida Navarra y pienso: “esta es la Behobia más dura que he corrido, con diferencia”. La sensación de no poder ni esforzarse no es nada agradable. Claro que con un día así había que correr conservador, por salud y por todo. Pero no esperaba andar tan mal. Al pasar por el Kursaal veo a mi pareja, María, y le digo, “menudo pajarón que llevo”. Solo al final, y a falta de 500 metros, esprinto, y paro el crono en 1:36. Me bebo el Powerade de trago y luego el agua, también de golpe.

Tragedia en la meta
Al rato me entero de la tragedia, la muerte de un corredor navarro tras llegar a la meta. Me invade la emoción y se me saltan unas lágrimas. No sé qué le ha podido pasar, pero creo que si hubiera hecho un día normal, todavía estaría entre nosotros. Había hecho mi mismo tiempo. Oigo las ambulancias llevando a corredores con golpes de calor. Se me queda mal cuerpo, y la espina clavada de no haber podido hacer una buena Behobia. Hay gente que aguanta mejor el calor, pero a la mayoría nos funde. Aun así, me siento afortunado. Una prueba así, por muy popular que sea, por su dureza, no deja de ser un deporte de riesgo. Esperando a que llegue a meta la hermana de María, a la altura del parking del Kursaal vemos a dos corredores desplomarse. Uno de ellos intenta levantarse para seguir, pero no le dejan. Se los llevan en camilla, y de ahí, a la ambulancia. Pasa un corredor en chancletas de playa, y unos pocos disfrazados. Qué gran idea fue poner el nombre de los corredores en el dorsal.

Espero que el año que viene no vuelva a hacer este calor. Mientras, seguiré saliendo dos veces por semana a correr, mi deporte favorito. El otro día leí la opinión de un estudio médico que me hizo reflexionar: ¿sabéis qué porcentaje del rendimiento físico deportivo es innato y cuál fruto del entrenamiento? ¿Lo habéis pensado? Pues, según los expertos, el rendimiento físico deportivo es un 70% innato y tan solo un 30% fruto del entrenamiento. Pues seguiré entrenando, porque después me siento mucho mejor. El año pasado dije que la profecía del escritor japonés Haruki Murakami -según la cual a partir de los 45 el bajón físico se nota mucho más- podía esperar, es cierta…para este año, ya que quizá en la Behobia 2016 esté equivocada. 

2014(e)ko azaroaren 10(a), astelehena

Crónica de una 50 Behobia ¿más dura?


“El mayor bajón físico de un corredor empieza al cumplir los 45”.Lo dice el escritor japonés Haruki Murakami en su libro 'De qué hablo cuando hablo de correr', 100% recomendable. Como atleta popular, y cumplidos los 45 años, lo que leí en el libro de Murakami me ha hecho pensar. ¿Notaré en esta Behobia el declive físico que él augura a los corredores que hayamos cumplido 45 tacos?
He aquí otra frase destacada del libro: “El solo hecho de correr una hora todos los días, asegurándome con ello un tiempo de silencio sólo para mí, se convirtió en un hábito decisivo para mi salud mental (…) corro para lograr el vacío”.
En otras palabras: el ejercicio no es solo físico, sino también mental: conseguir dejar la mente en blanco, ¡qué sensación!


¿Se cumplirá la profecía?
Afronto mi décima Behobia seguida con “curiosidad” por saber si se cumplirá la profecía de Murakami. Y ya van 14 en total. La experiencia es un grado, sí, pero este año algo ha cambiado: el nuevo recorrido, con motivo del 50º aniversario de la prueba, recuperando el trazado de las primeras 14 ediciones.
Cosas buenas a priori del nuevo recorrido: agur a los toboganes entre Gaintxurizketa y Lezo, que no te dejaban coger un ritmo, así como la monotonía del puerto de Pasaia. Y además habrá una bajada muy larga desde Gaintxurizketa hasta Errenteria, sin olvidar el nuevo paso por esta localidad, con mucha más gente animándonos. Lo malo: 140 metros más de recorrido y 28 metros más de desnivel positivo, sobre todo la subida a Kaputxinos, de 300 metros, así como la última cuesta de Pasaia y Escalerillas (Herrera). A decir verdad, con el nuevo recorrido la única parte llana con algo de continuidad es antes de llegar a Irun, y solo es 1km.
Dado que en las 2 competiciones previas no anduve fino (43 minutos en el Cross de las 3 playas, y 1:06 en la Clásica de 15 km), ambas en Donostia, en las últimas dos semanas he intensificado mis entrenamientos, pasando de 2  a 4 días semanales, con dos días de series de 400 y 1000 metros (aburridas, sí, pero buenas para aumentar el punch).

I partied in Spain
Tras coger el topo (tren que une Donostia con Irun) en Donostia, llegamos  al Puente internacional y al salir la lluvia nos avisa de que puede estar invitada a la fiesta. “Bueno, con lluvia voy bien”, recordando que mis mejores marcas han sido con sirimiri e incluso con “zaparrada” (chaparrón en euskera). Al llegar a Behobia, la animación de Joseina Etxeberria con sus invitados (vencedores de la Behobia y demás) te hace entrar en ambiente. A pesar de que falta más de una hora para la primera salida, ya hay muchísimos corredores, algunos tomán café en los bares de la zona, muchos ya están calentando enfundados en sus xiras o chubasqueros desechables aunque les falte mucho para empezar, y algunos pocos comprando galletas y fruta en las tiendas de souvenirs (en una de ellas venden camisetas con el profundo eslogan: “I partied in Spain). A pesar del deterioro y decadencia de la zona comercial de Behobia, con sus estancos, botellas con bebidas de todo tipo y souvenirs de flamenco, sigue teniendo su “xarma” o encanto.
Recibo un whatsapp de mis hijos deseándome suerte para hoy. Mi hijo me dice "aita, ea lehenengo 10en artean iristen zaren"  (a ver si quedo entre los diez primeros). Le digo que lo intentaré, pero que solo se me ocurre un modo de conseguir eso: empezar a correr en el kilómetro 10 cuando los atletas de élite estén empezando.
Este año la presencia catalana se hace notar aún más: además de bastantes corredores portando la bandera estelada, hoy es la esperada (aunque de momento no vinculante) consulta sobre lo que querrían tener (más del 80% de los votantes optaron por la independencia). Un catalán me dice: “Quiero correr la Behobia, acabar y coger el coche para poder llegar a votar antes de las 20:00”. No sé por qué se ha creado tanto revuelo por poner unas urnas y que los ciudadanos opinen. O quizás sí lo sé.

Corredores descalzos
El adelantamiento de la zona de salida 700 metros más adelante que la anterior hace que la gente ande por  la zona paralela al río, frente a la isla de los Faisanes. Dado que estoy un poco frío, opto por calentar por la zona que hay por encima de la salida, en Behobia. Se acerca la hora, y bajo a mi zona de dorsal rojo. Antes de la salida, un homenaje a Arantza Ezquerro, fallecida en la edición anterior. Aplausos. Al fin salimos. Intento hacer el primer kilómetro algo rápido, porque luego ya no va a haber casi zonas llanas.
A partir de ahí me pongo un ritmo cómodo. Irun, Ventas, y afrontamos la subida a Gaintxurizketa, este año por el carril izquierdo. Veo un corredor que va descalzo. Le felicito, y me lo agradece. Pero en ese momento, un “sensible” espectador le lanza un mensaje muy “poético”: “¡que se te han olvidado las zapatillas en casa…!”. Más adelante veo a otro corredor descalzo. Y a varios con calzado barefoot o minimalista, un tipo de zapatilla que favorece la pisada natural, sin pisada de talón (la de más del 70% de los corredores), y que tras una adaptación hace que mejores tus marcas. Y ponen un ejemplo: cuando corremos descalzos, nunca apoyamos con el talón, sino con el antepié. Haced la prueba descalzos por la playa. Creo que no es una moda y está para quedarse. De hecho cada vez son más las marcas de zapatillas con modelos barefoot. En mi caso creo que al correr aterrizo con la parte media del pie, pero a ver si me animo a probar unas minimalistas. Me acuerdo que de pequeño cuando hacía atletismo en pista con la escuela, teníamos unas zapatillas de clavos con las que solo pisábamos con el antepié, de puntillas. 

Bajada rápida hacia Errenteria
Subo los 700 metros de Gaintxurizketa tranquilo, aunque sé que en la bajada hasta Errenteria tendré que apretar para compensar el tiempo perdido. Mi idea es pasar el 10 en 43 minutos máximo. Cojo aire y afronto el descenso. Disfruto bajando y pienso, ojalá fuera así hasta el final. Poco a poco, la inclinación de la bajada va disminuyendo.
Paso por el km10 (Lintzirin) en 43 y bastante. Más o menos bien. Entramos en Errenteria, y hay diferencia con respecto a la desolada zona de Pasaia. Bastante gente animando. Una rotonda y pasamos a subir una tachuela sobre la que estábamos avisados: la cuesta de Kaputxinos (km13). Se me hace incómoda, me rompe el ritmo con el que venía. Pero bueno, quedan 7 km. Paso el km15 en 1:05. Ahora son pequeñas subidas y bajadas hasta llegar al escollo final: el alto de Mirakruz, con una subida más larga, pero menos pronunciada que desde Trintxerpe. Subo bastante tranquilo, con ganas de afrontar la última bajada. Pasamos el Arzak, y de ahí, aprieto cuesta abajo. Llego bien hasta la Avenida Navarra, adelantando a bastantes corredores. Sin embargo, el falso llano me hace frenarme. Aun así, voy bien, con la sensación de poder apretar algo más, ¿pero para qué? ¿para hacer 30 segundos menos? Ligera bajada y de ahí llego a la Avenida Zurriola. Último kilómetro.  

¿Se cumplirá la profecía?
A falta de 500 metros busco a mi pareja, María, entre el público. No la veo. Ella tampoco a mí. Qué le vamos a hacer. Paso el puente del Kursaal y aprieto en los últimos 200 metros. Paro el crono en 1:27:50 (media de 4:23 el kilómetro). Bueno, prueba superada. “Iritsi zarela?” – me dice- “ez zaitut ikusi pasatzen eta”. A lo que le contesto: “Eta nik pentsatuta neukala gelditzea zuri musu bat emateko…”.
Teniendo en cuenta que eran 140 metros más y algo más de subida, es un tiempo muy parecido al que hice el año pasado, con lo cual mi conclusión es que comparando esta Behobia y el anterior recorrido, al final, poniendo las dos en la balanza, las dos resultan parecidas.

Para comer tenemos canelones caseros, regados con un crianza de rioja alavesa…convertido en reserva. Haremos un “txin txin” por nosotros, y por que, de momento, la profecía de Murakami…puede esperar. 

2013(e)ko abenduaren 10(a), asteartea

Crónica de una Behobia con viento gallego



 La 49ª Behobia se presenta con algo de lluvia y…viento en contra, ¡vaya! Mi salida es a las 10:00, por lo que cojo el topo (el tren que va de Donostia a Hendaia) a las 9:00, y como voy sin bolsa, no tengo que preocuparme de llegar mucho antes, así que solo media hora de antelación. Cojo el topo en la Estación de Easo y consigo un asiento. Se cierran las puertas y parece que no cabe nadie más. Pero al llegar a la estación de Anoeta, entra más gente, que se agolpa como puede en el vagón. Puedes escuchar varias conversaciones a la vez, en su mayoría monotemáticas: la carrera. En el vagón hay bastantes catalanes (más de 5.000 participarán en la prueba, que el año que viene irá a por los 30.000 participantes). Entre las conversaciones sobre la estrategia de carrera, las barritas energéticas que se van comiendo los participantes y el olor a reflex se te contagia la ilusión previa a la prueba, y también cierto punto de nerviosismo (el otro día un amigo me decía que prefiere mil veces que le lleven en coche hasta Behobia de cara a evitar el trajín del tren y el “nerviosismo” que flota en el ambiente).

Demasiado tranquilo
Al llegar a la salida me sorprende ver ya a tanta gente, cuando la mayoría de los participantes saldrá bastante más tarde. Aunque llegues un poco frío, la animada megafonía de Joseina Etxeberria se encarga de que entres en calor. Caliento un poco en el campo de cemento próximo a la salida. Mis zapatillas, unas New Balance 870 V3, para pronadores de menos de 75 kg, que me han ido muy bien en los entrenamientos previos. Son ligeras e invitan a ir rápido. Ha llegado la hora, me dirijo a la salida de los dorsales verdes. Las sensaciones previas son raras, me encuentro como demasiado tranquilo, sin ese punto de tensión necesario para afrontar una media maratón tan exigente como esta. ¿Será porque pasan los años, porque la motivación baja después de tantas ediciones saliendo? (no las he contado, pero serán más de 12).
¡Pummm! Salimos. Me sorprende ver tanta gente corriendo tan lento en la salida. Me tengo que frenar, y no hay huecos. Algo raro (Luego se supo que eran corredores que no respetaron el orden de salida, 1.800 en total, y que fueron descalificados por la organización). Paso el Km1 a 4:15. Mi intención es andar como el año pasado, en el que hice 1:25. A ese ritmo lo conseguiría. Pero una vez pasado Irún, en Ventas, el viento en contra arrecia. Será difícil. Prefiero ir de menos a más, por lo que me impongo un ritmo cómodo y dejo de mirar los parciales por kilómetro. 5 km en 21:27.

El pirata, con bafles
Empieza Gaintxurizketa, y subo cómodo, sin forzar. Sigue el viento en contra. Empezamos las subidas y bajadas hacia Lezo, y antes de verlo, ya lo oigo: el pirata, con su música heavy sigue fiel a su cita. Le saludo al tiempo que agita su bandera pirata al viento. Este año la organización le ha puesto megafonía, y se notan los decibelios.
Paso el km 10 en 43:57, bien de caja y musculatura. Quizá demasiado cómodo. Pero todavía queda Pasaia. En el avituallamiento bebo un vaso de Powerade, a sabiendas de que me cuesta amoldarme a los kilómetros de llano tras las subidas y bajadas hacia Lezo. Efectivamente, bajo el ritmo, y durante un par de kilómetros me adelantan más que adelanto. De hecho me adelanta la liebre de 1:25. Kilómetro 15 en 1:06. Me pico conmigo mismo. Poco a poco empiezo a coger un ritmo mejor. Los txistularis de Trintxerpe me hacen afrontar la subida a Mirakruz con un poco más de fuerza. Veo a dos corredores que están siendo atendidos, no parece que puedan seguir.


Sin batucada.
Este año se echa en falta la batucada que otros años animaba a la altura de la gasolinera de La Paz. Corono Mirakruz y acelero el ritmo cuesta abajo. Me encuentro bien. No cojo agua en el avituallamiento en el reloj de Ategorrieta. Quizá tenía que haber sufrido un poco más, pero, ¡qué leches! he disfrutado de la carrera, y eso es lo que importa. Avenida Navarra, Paseo de la Zurriola, y a la altura del Kursaal, bai! Ahí está María, animándome. Con la fuerza que me da verla, aprieto hasta el medio kilómetro que hay hasta la meta. Esprinto y paro el crono en 1:27. Bien. Además, la excusa del viento gallego (dos minutos más que el año pasado) está bien, pero como decía al principio, si bien he entrenado parecido (tres días a la semana los últimos dos meses) este año me notaba menos tensionado. Mis hijos iban a ir a verme, pero no los veo. Estaban esperándome, pero en la Plaza Gipuzkoa. Al no tener la bolsa allí, no pasé por ahí. ¡Qué pena! Cuando hablo con mi hijo me dice: “berdin du aita zu ikustea, ze korrikalari batek domina eman dit” (no importa que no nos hayamos visto, porque un corredor me ha dado su medalla).
Me voy a comer con Maria al Petit Pais, un bar-restaurante ubicado en Gros, donde nos atienden con simpatía. Tenía ganas de comer butifarra. Solo faltaba la crema catalana de postre.

P.D. Al poco de acabar nos comunican la terrible noticia: una corredora navarra ha muerto antes de llegar a la meta. La Behobia no es broma, en algunos aspectos la encuentro hasta más dura que la maratón (he corrido dos y sé lo que supone), por cuanto las constantes subidas y bajadas son una dificultad añadida a la distancia. Al día siguiente hablo con un amigo sobre la muerte de la chica. Y me dice: “ayer, antes de salir, estuve hablando con ella y su novio. Seguramente soy una de las últimas personas que hablé con ella”. Somos todo y no somos nada a la vez. 

2013(e)ko ekainaren 5(a), asteazkena

Behobia: El año que se cayó la meta






Un año más acudo fiel a mi cita con la Behobia-Donostia. He entrenado parecido al año pasado: dos salidas por semana durante el año, y 3 entrenamientos a la semana durante el último mes y medio. Las sensaciones son buenas, pero en el Cross de las tres playas hice un tiempo peor que el año pasado, y lo mismo ha ocurrido con la Clásica pedestre de 15, ambas en Donostia. Así que, de cara e mejorar el pico de forma, y aunque no me gusten, durante uno de esos tres días he hecho series, de 400 y 1000 metros. Sé que no voy a mejorar mi mejor tiempo, 1:22, pero espero desquitarme del 1:30 del año pasado, provocado por el bochorno que hizo.

Este año también he podido sentarme en el topo (nombre del tren que cubre el trayecto Donostia-Hendaia), repleto de corredores. Aunque se respira tensión, la gente sonríe y el vagón huele a réflex. Entre los corredores hay quienes beben líquido, otros comen barritas, y las conversaciones giran en torno a…la carrera, la de los debutantes (“Mejor ir de menos a más”, “¿Cuál es la parte más dura?”) y la de los expertos (“voy a intentar ir a 4 minutos el kilómetro”, “estas zapatillas son voladoras”).

Megafonía en català

Al llegar a Behobia llueve a cántaros. Pero es igual, la música y la animación de Joseina Etxeberria hacen que suba la adrenalina previa. Me refugio bajo el toldo de los puestos de souvenirs que, pese a la crisis, hay siguen. Un corredor catalán me pregunta si hay muchas subidas en el recorrido. “Bastantes, pero bajadas también”, le contesto, al tiempo que añado: "Intenta ir de menos a más". Cada año son más los catalanes que vienen a correr la Behobia, muchos de ellos enfundados en la bandera estelada. De hecho, en la megafonía ya incorporan mensajes en català. Visca Catalunya!

Aunque sigue lloviendo con fuerza, ya va siendo hora de calentar. La explanada junto a la salida está llena de corredores que van dando círculos sobre el cemento lleno de charcos. Tras calentar durante 10 minutos, me dirijo a la salida. Con lluvia voy bien, me digo. Este año nada de bochorno, sino 10-12 grados, ideal para correr.

¡Pummm! (Pistoletazo de salida, aunque Gebreselasie diga que la carrera no empieza en el punto de salida). Si bien en la Behobia es imposible pasar cada kilómetro al mismo ritmo, me impongo un ritmo cómodo, sin forzar. Incluso opto por no mirar el reloj cada kilómetro, sino hacerlo cada cinco. Así, paso el km 5 en 21:06. Me encuentro cómodo por los toboganes de Ventas. 

Bajo la bandera pirata

En breve empezamos a subir Gaintxurizketa, que si bien es una subida suave, te rompe el ritmo, sobre todo al principio. Intento mantener un ritmo constante y apretar un poco al final. Acaba la subida, y ahora vienen los toboganes de Lezo. Fiel a su cita, ahí está: el pirata ondeando su bandera con su música heavy, que a mí me da alas. En los toboganes de Lezo también es difícil coger un ritmo, pero en las bajadas intento acelerar. Las sensaciones son buenas, más aún viendo que, si bien me adelantan algunos, yo también adelanto a otros. A la hora de correr, creo que resulta más fácil ir en grupo, por el ritmo que se establece. Pero eso es algo difícil en una media maratón, y no digamos en una maratón.

Paso el km 10 en 43:25. Ya se divisa Lezo. En esa bajada acelero. En el avituallamiento diviso una bebida energética. Cojo el vaso y absorbo. Sabor a grosella. No sé si será psicológico, pero siempre me parece que en carreras de más de 10km el Aquarius, Powerade y Gatorade te dan ese plus que el agua no te da. Enfilamos el puerto de Pasaia. 3km de llano, se hace raro. Me encuentro bien. Poca gente animando, y se nota. Paso por el km15, 1:04:45. Me alegra oír a los txistularis de Trintxerpe, nos avisan de tras el último escollo, la subida a Miracruz, viene la bajada final. Mucha gente otra vez animando, con la batucada dándonos ritmo para afrontar los últimos 200 metros de subida. Subo sin forzar, sin pasarme de pulsaciones, para así apretar bajando.

Siguiendo a la liebre

Bajando el Alto de Miracruz se pone a mi altura la última de las liebres de 1:20, que ha salido 5 minutos más tarde que yo. ¡Buena noticia! Si voy a la par, llegaré sobre el 1:25, a ver… Consigo mantener su ritmo. Llega el falso llano de la Avenida de Navarra, bien, ahí sigo, los tengo 4 metros por delante. Sigue lloviendo. Enfilo el último kilómetro. ¡Aupa Beñat! Es Bárbara, la hermana de María, esa chica tan especial con la que luego estaré. Aunque no le vaya lo de correr, espero que se anime a salir conmigo en el Cross mixto de Zarautz.

Paso el puento del Kursaal, el viento arrecia. Llegamos al Boulevard, empiezo a esprintar. En esas, veo que al fondo…se cae la meta. A medida que me acerco, no parece que haya pasado nada. Vuelven a ponerla. Aprieto los dientes. Paró el crono en 1:25:49. Estoy contento. Nos dan la bolsa de corredor, busco el Powerade azul, y me tienta beberlo de trago, pero guardo un poco para mis hijos. Me voy a la Plaza Gipuzkoa. Allí están mis hijos, a quienes abrazo.
-“Tori, nahi duzue pixka bat?”-les ofrezco lo que queda de bebida energética.
-“Eskerrik asko aita”.
Saco de la bolsa la medalla, este año con cinta tricolor: roja, azul y blanca.
-“Aurten ere irabazi duzu aita”- me dice mi hijo.
-“Bai, maitia. Handiagoa zarenean elkarrekin aterako gara Behobian, nahi duzu?”
-“Bai, biok elkarrekin”-me contesta ilusionado, sonriendo con sus ojos avellana.








2011(e)ko azaroaren 21(a), astelehena

Crónica de una Behobia sofocante



Hoy es domingo, 13 de noviembre de 2011, el día señalado en rojo por 23.000 korrikalaris. Cada uno con sus objetivos: veteranos que siguen al pie del cañón, experimentados que van a mejorar su marca, debutantes cuyo objetivo es solo acabar, iniciados que quieren bajar de las dos horas y corredores disfrazados –cada año son menos-, para quienes la Behobia es, ante todo, una fiesta.




“Hego haize, ero haize” dice el refrán euskaldun. Y es que el viento sur no ha dejado de soplar en toda la noche. Me he despertado 3 o 4 veces con las ráfagas. Me levanto con la mosca detrás de la oreja. Me tomo un té y una tostada. No sé por qué, pero me da que hoy no va a ser un buen día para correr.  Y es que las previsiones anuncian calor para esta carrera multitudinaria en la que debuté con 23 años, y en la que ahora, con 42, sigo compitiendo. En total, más de 12 participaciones. Mi mejor tiempo fue hace dos años, cuando paré el reloj en 1:22. Casi siempre por debajo de 1:30. Casi siempre con lluvia y fresco, mi tiempo preferido. Hoy espero rondar el 1:25. No me obsesionan las marcas, simplemente los considero retos personales que me ayudan a motivarme. De hecho, llevo dos años saliendo en las carreras populares sin reloj ni pulsómetro, guiándome solo por las sensaciones, que, últimamente, son buenas: 39 minutos en el Cross de las Tres Playas en Donostia y 1:01 en la Clásica Pedestre también en la bella Easo. Creo que en el día a día ya vivimos demasiado pendientes del reloj y otras obligaciones como para que en nuestros hobbies también metamos un cronómetro.

Correr te da alas

Para mi el mero hecho de salir a correr constituye una filosofía de vida. Es una necesidad fisiológica. A veces pienso que la carrera a pie no es sino un acto instintivo del hombre de las cavernas que todos llevamos dentro. El acto instintivo de ir corriendo detrás de la presa a cazar.  Sea lo que fuere, siento la necesidad de correr por correr, sin una meta concreta, más allá de las pruebas en las que compitamos para automotivarnos y ponernos retos. El hecho es que cuando me calzo las zapatillas y empiezo a rodar, me siento libre, me libero de presiones exteriores, al tiempo que me otorga un tipo de paz interior y reflexión que mejora mi visión de la vida.

En el topo con olor a Reflex

Cojo el topo en Amara. El ambiente en el tren es otra de las cosas buenas de esta carrera. Si te toca de pie, qué le vamos a hacer. Tengo suerte y cojo un asiento. En el vagón huele a réflex, y uno puede oír varias animadas conversaciones a la vez, en euskera, català o castellano. Algunos comen barritas energéticas, otros plátanos, otros bebiendo Aquarius. Yo también bebo un poco de agua.
Llego con tiempo, una hora antes de la salida. Estoy un poco dormido, pero la megafonía, con música machacona me hace ir espabilando. Me llama gratamente la atención que además de en euskera y castellano, hablen también en català. Y es que 3.000 catalanes se han animado a correr la Behobia.

Homenaje a Cesar Elordui

Antes de la salida, un buen detalle del Club Fortuna: nos ponen un video de Cesar Elordui, el corredor fallecido el año pasado en la Behobia a falta de 100 metros para la meta. Al ver sus fotos me emociono, y sí, se me escapan unas lágrimas. Goian bego Cesar. Goirik baldin badago. La verdad es que algo así nos pueda pasar a cualquiera de nosotros. Además, Cesar era un corredor que se cuidaba mucho.
Salgo a las 11:00, con el dorsal verde. Paso el km 1 a 4:00, aflojo un poco. Por Irun voy bien. Ventas, también. He pasado el kilometro 5 en 21 minutos. El sol empieza a pegar. Voy a un ritmo cómodo, en torno a 4:15 el kilómetro. Sin embargo, al llegar a la gasolinera  antes de Gaintxurizketa, todo cambia. De pronto empieza a soplar un viento seco, que unido al sol, me hacen bajar el ritmo considerablemente. Es como si estuviera corriendo ante una boca de metro. Y eso que he ido bebiendo en cada avituallamiento. Afronto Gaintxurizketa con la sensación de ir con el depósito a menos de la mitad. Los ánimos de la gente, que te llama por tu nombre al ver el dorsal, son pequeñas bocanadas de aire fresco. Me adelanta gente, pero mantengo el tipo.  Bebo en el avituallamiento, tomo naranjas que me da la gente, a ver si me refresco, Pero nada. Dejo de darle al “lap” del cronómetro. Me guío solo por sensaciones.

Ni cuesta abajo voy bien

Espero que al llegar a los toboganes de Lezo la sensación de estar entrando en la “boca de metro” desaparezca, o al menos se reduzca. Sin embargo, tan pronto como llego a la primera bajada, me doy cuenta de que ni cuesta abajo voy bien. Empiezo a oír su música, la música heavy del pirata que desde su furgoneta nos anima año tras año ondeando su bandera con la calavera. En este tramo de la carrera, en caso de ir bien, o a un ritmo más o menos bueno, ya se forma un grupo en el que te integras. Esta vez, en cambio, no me uno a ningún grupo de gente. Me adelantan mucho más de lo que adelanto yo. Llegó a Lezo en más de 50 minutos. Espero que al llegar a Pasaia, después de tantos toboganes, pueda coger un ritmo constante. Mi gozo en un pozo. Noto mucho calor. El viento sur sigue haciendo estragos. Veo a bastantes corredores abandonando, o parados. El tramo de Pasaia, con mucha menos gente, se me hace pesado. Seguimos igual: me adelantan mucho más de lo que adelanto. En ese momento también me adelanta la liebre de 1:25, cuyo ritmo no puedo seguir. Bueno, de hecho ni siquiera lo intento, porque la pájara es considerable.

Los pies me arden
En las carreras de fondo como la Behobia, la fuerza mental es tan importante como la preparación física. Al igual que la maratón, también es una prueba mental, porque no son 20km al uso, sus casi constantes subidas y bajadas la hacen bastante más dura que una media. Asimismo, correr en asfalto es bastante peor para las rodillas que hacerlo en monte.
Así que en el trecho de Pasaia trato de pensar en positivo, de abstraerme y visualizar cosas agradables. Pero me es difícil: hace calor, los pies me arden (y eso que no estamos en el Sahara), voy a un ritmo inusual, por los 4:30, las piernas van como dormidas. Maldigo las series de 1km y 400 que he hecho estas últimas semanas en la pista de atletismo de Hernani. Me las podía haber ahorrado, e igual el resultado habría sido mejor. Me gusta entrenar. Salgo a correr dos días por semana durante todo el año. Pero las series me aburren. De hecho, hace dos años, cuando hice mi mejor Behobia, no hice series, si bien también es cierto que ese año corrí la maratón de Barcelona en Marzo, y ese fondo de armario me sirvió para todo el año. Con todo, no puedo dejar que los pensamientos negativos se impongan. Entonces empiezo a relativizar, ey, Beñat, vas bien de caja, de pulmones. Y para andar bien con calor tienes que haber entrenado en estas condiciones. En el avituallamiento me paro y bebo un vaso de agua.


Llegando al Arzak
Los txistularis en Trintxerpe nos avisan de que ya queda poco. Subo el alto de Miracruz con poca energía. Confío en que al llegar al Arzak, pueda echar el resto y aumentar el ritmo. Lo intento, empiezo a ir un poco más rápido. Mejoro algo. Sin embargo, al llegar al falso llano de la Avenida de Navarra, vuelvo a bajar el pistón. Mi amiga María (esa chica tan guapa y especial que…) me ha dicho que estará en la Avenida de la Zurriola viéndome. Su hermana y su cuñado también han salido en la Behobia. La busco con la mirada. Le quiero dar un beso por estar ahí. Nada. De pronto, oigo un “Beñat, animooo! Reconozco su cálida voz, y miro para atrás. Pero no la veo. Luego la besaré, me digo. Sus ánimos me hacen acelerar. Estamos en el último kilómetro, aprieto un poco.  Llegó al Boulevard y paro el reloj en 1:30, bastante por encima de lo que tenía pensado. A decir verdad, esta edición de la Behobia, por el calor que ha hecho, ha sido la más dura de todas las que he corrido, con diferencia. De hecho, en mis dos maratones, en Donostia (3:10)  y Barcelona (3:05), tuve la sensación de haber sufrido menos. He ido bien de caja, he ido bien de piernas, pero es como si tuviera los músculos paralizados. ¿Será que nuestro instinto de supervivencia le dice al cerebro que con ese calor no se puede forzar y deja de enviar oxígeno a los músculos?

Tras quitarnos el chip y recuperar el aliento, me bebo el Gatorade que nos dan de trago, y a continuación hago lo propio con el agua Insalus. Empiezo a oír los comentarios de otros corredores: “Qué calor”, “no me he encontrado bien en ningún momento”, “no tenía fuerzas ni para esprintar”…

Tengo ganas de estar con mis hijos, que me esperan con mis padres en la Plaza de Gipuzkoa. Espero, pero no están. Cojo la bolsa y me seco con la toalla, pero sigo sudando. Al cabo de 20 minutos aparecen. Abrazo a mi niña y mi niño.
-Zer moduz egin duzu, aita? –me pregunta mi hija, al tiempo que me da un dibujo hecho por ella.
-Bueno, ez oso ondo. Kristoren beroa pasa det.
-Aita, irabazi duzu –me dice mi hijo.
-Irabazi?
-Bai, domina eman dizute. Jarri ezazu…
-Egia da maitia –le contesto colgándome la medalla- Irabazi egin dut.