2015(e)ko azaroaren 11(a), asteazkena

Crónica de una Behobia infernal


Afronto mi decimoquinta Behobia bastante bien entrenado (tres días a la semana durante los dos últimos meses, incluyendo algunas series de 1.000 y 400). Mis sensaciones son buenas: 41 minutos justos en el Cross de las Tres Playas de Donosti. Sin embargo, si durante la semana los partes meteorológicos hablaban de calor para el domingo, cuando a las 7 de la mañana salgo a la terraza y siento el bochorno, suspiro y me digo: “Esto va a ser peor que la edición de 2011. Tiene toda la pinta”.
Al llegar a la estación del Topo para coger el tren que nos lleva a Behobia, me doy cuenta de que se me ha olvidado el dorsal. Vuelta a casa. Cojo el topo media hora más tarde, con lo que creo que no voy a llegar a la salida de las 10:07. En el tren me toca al lado de una feliz pareja de veinteañeros. “Venimos a ver el ambiente y a disfrutar”. “Bueno, pues el ambiente no va a faltar, pero con el calor que viene, tomáoslo con tranquilidad, porque salvo el primer kilómetro, el 11 y el 12 y el kilómetro final, el resto son subidas y bajadas” – les respondo. “Gracias por el consejo”.
Lllegamos a Behobia, y consigo meterme en el bus que nos lleva a la salida. Intento remontar para llegar a tiempo. Pero me es imposible, porque han retrasado la salida. Cuesta tanto remontar, que también llego justito a la salida de las 10:17.
En la salida el speaker Joseina Etxeberria avisa a los corredores: “Korrikalaris, hoy va hacer mucho calor, así que no es día de marcas”. Veo a la liebre de “1:25” y pienso: “Iré a mi ritmo, y si puede ser, sin perderla de vista”.

Toc toc: soy el flato
Salimos. Afronto los primeros kilómetros fresco, pero ya a partir de Ventas, empiezo a notar que no voy fino. El viento sur y la humedad se empiezan a notar. Aun así, paso el kilómetro 5 en 21:51. Empieza Gaintxurizketa, y más o menos, voy aguantando. Bebo agua en cada uno de los avituallamientos. Tras coronar empieza la bajada hacia Errenteria. Ahora a apretar, me digo. Oigo la música heavy del pirata, a ver si con esas. Al pasar por delante del pirata, que agita la bandera al paso de los corredores, intento acelerar un poco las piernas no obedecen. Paso el 10 en 45 minutos. En ese momento aparece la liebre de 1:30. Intento mantenerme más o menos detrás. Pero es inútil, el calor me hace mucha mella. Miro a mi alrededor, y todo el mundo va parecido. Es como si tuviera el freno de mano puesto,  y el oxígeno no llega bien a los músculos. Y encima me entra el flato, algo que no recuerdo que me haya pasado en ninguna carrera. A partir de aquí, paso de ir 4:30 el kilómetro a hacerlo a 5:00. Increíble la pájara que llevo. Me parece pesar 100 kilos en lugar de 70. Me adelantan mucho más de lo que lo hago yo. No consigo engancharme a ningún grupo. Me noto alto de pulsaciones. En esta situación, según he leído, al aumentar nuestro ritmo cardíaco por el calor estaremos propiciando el agotamiento del glucógeno muscular, y a su vez el calor hará que acumulemos más ácido láctico en los músculos.

Paso por el kilómetro 15 en 1:09:33. Qué ganas de llegar. El flato me molesta, pero voy aguantando. Subiendo Miracruz mantengo el tipo, y espero que la bajada desde el Arzak hacia la meta, se me haga más llevadera. Pero sigo con las pilas fundidas. No voy ni cuesta abajo. Y eso que las Skechers Go Run 4 que llevo son ligeritas. Entramos en el falso llano de la Avenida Navarra y pienso: “esta es la Behobia más dura que he corrido, con diferencia”. La sensación de no poder ni esforzarse no es nada agradable. Claro que con un día así había que correr conservador, por salud y por todo. Pero no esperaba andar tan mal. Al pasar por el Kursaal veo a mi pareja, María, y le digo, “menudo pajarón que llevo”. Solo al final, y a falta de 500 metros, esprinto, y paro el crono en 1:36. Me bebo el Powerade de trago y luego el agua, también de golpe.

Tragedia en la meta
Al rato me entero de la tragedia, la muerte de un corredor navarro tras llegar a la meta. Me invade la emoción y se me saltan unas lágrimas. No sé qué le ha podido pasar, pero creo que si hubiera hecho un día normal, todavía estaría entre nosotros. Había hecho mi mismo tiempo. Oigo las ambulancias llevando a corredores con golpes de calor. Se me queda mal cuerpo, y la espina clavada de no haber podido hacer una buena Behobia. Hay gente que aguanta mejor el calor, pero a la mayoría nos funde. Aun así, me siento afortunado. Una prueba así, por muy popular que sea, por su dureza, no deja de ser un deporte de riesgo. Esperando a que llegue a meta la hermana de María, a la altura del parking del Kursaal vemos a dos corredores desplomarse. Uno de ellos intenta levantarse para seguir, pero no le dejan. Se los llevan en camilla, y de ahí, a la ambulancia. Pasa un corredor en chancletas de playa, y unos pocos disfrazados. Qué gran idea fue poner el nombre de los corredores en el dorsal.

Espero que el año que viene no vuelva a hacer este calor. Mientras, seguiré saliendo dos veces por semana a correr, mi deporte favorito. El otro día leí la opinión de un estudio médico que me hizo reflexionar: ¿sabéis qué porcentaje del rendimiento físico deportivo es innato y cuál fruto del entrenamiento? ¿Lo habéis pensado? Pues, según los expertos, el rendimiento físico deportivo es un 70% innato y tan solo un 30% fruto del entrenamiento. Pues seguiré entrenando, porque después me siento mucho mejor. El año pasado dije que la profecía del escritor japonés Haruki Murakami -según la cual a partir de los 45 el bajón físico se nota mucho más- podía esperar, es cierta…para este año, ya que quizá en la Behobia 2016 esté equivocada.