Afronto mi decimoquinta Behobia bastante bien entrenado
(tres días a la semana durante los dos últimos meses, incluyendo algunas
series de 1.000 y 400). Mis sensaciones son buenas: 41 minutos justos en el Cross de las Tres Playas de Donosti. Sin embargo, si durante la semana los partes meteorológicos hablaban
de calor para el domingo, cuando a las 7 de la mañana salgo a la terraza y
siento el bochorno, suspiro y me digo: “Esto va a ser peor que la edición de
2011. Tiene toda la pinta”.
Al llegar a la estación del Topo para coger el tren que nos
lleva a Behobia, me doy cuenta de que se me ha olvidado el dorsal. Vuelta a
casa. Cojo el topo media hora más tarde, con lo que creo que no voy a llegar a
la salida de las 10:07. En el tren me toca al lado de una feliz pareja de
veinteañeros. “Venimos a ver el ambiente y a disfrutar”. “Bueno, pues el
ambiente no va a faltar, pero con el calor que viene, tomáoslo con
tranquilidad, porque salvo el primer kilómetro, el 11 y el 12 y el kilómetro
final, el resto son subidas y bajadas” – les respondo. “Gracias por el consejo”.
Lllegamos a Behobia, y consigo meterme en el bus que nos
lleva a la salida. Intento remontar para llegar a tiempo. Pero me es imposible,
porque han retrasado la salida. Cuesta tanto remontar, que también llego
justito a la salida de las 10:17.
En la salida el speaker Joseina Etxeberria avisa a los
corredores: “Korrikalaris, hoy va hacer mucho calor, así que no es día de
marcas”. Veo a la liebre de “1:25” y pienso: “Iré a mi ritmo, y si puede ser,
sin perderla de vista”.
Toc toc: soy el flato
Salimos. Afronto los primeros kilómetros fresco, pero ya a
partir de Ventas, empiezo a notar que no voy fino. El viento sur y la humedad se
empiezan a notar. Aun así, paso el kilómetro 5 en 21:51. Empieza
Gaintxurizketa, y más o menos, voy aguantando. Bebo agua en cada uno de los
avituallamientos. Tras coronar empieza la bajada hacia Errenteria. Ahora a
apretar, me digo. Oigo la música heavy del pirata, a ver si con esas. Al pasar
por delante del pirata, que agita la bandera al paso de los corredores, intento
acelerar un poco las piernas no obedecen. Paso el 10 en 45 minutos. En ese
momento aparece la liebre de 1:30. Intento mantenerme más o menos detrás. Pero
es inútil, el calor me hace mucha mella. Miro a mi alrededor, y todo el mundo
va parecido. Es como si tuviera el freno de mano puesto, y el oxígeno no llega bien a los músculos. Y
encima me entra el flato, algo que no recuerdo que me haya pasado en ninguna
carrera. A partir de aquí, paso de ir 4:30 el kilómetro a hacerlo a 5:00. Increíble
la pájara que llevo. Me parece pesar 100 kilos en lugar de 70. Me adelantan mucho más de lo que lo hago yo. No consigo
engancharme a ningún grupo. Me noto alto de pulsaciones. En esta situación, según
he leído, al aumentar nuestro ritmo cardíaco por
el calor estaremos propiciando el agotamiento del glucógeno muscular, y a su
vez el calor hará que acumulemos más ácido láctico en los músculos.
Paso por el kilómetro 15 en
1:09:33. Qué ganas de llegar. El flato me molesta, pero voy aguantando. Subiendo
Miracruz mantengo el tipo, y espero que la bajada desde el Arzak hacia la meta,
se me haga más llevadera. Pero sigo con las pilas fundidas. No voy ni cuesta
abajo. Y eso que las Skechers Go Run 4 que llevo son ligeritas. Entramos en el
falso llano de la Avenida Navarra y pienso: “esta es la Behobia más dura que he
corrido, con diferencia”. La sensación de no poder ni esforzarse no es nada
agradable. Claro que con un día así había que correr conservador, por salud y
por todo. Pero no esperaba andar tan mal. Al pasar por el Kursaal veo a mi
pareja, María, y le digo, “menudo pajarón que llevo”. Solo al final, y a falta
de 500 metros, esprinto, y paro el crono en 1:36. Me bebo el Powerade de trago
y luego el agua, también de golpe.
Tragedia en la meta
Al rato me entero de la
tragedia, la muerte de un corredor navarro tras llegar a la meta. Me invade la
emoción y se me saltan unas lágrimas. No sé qué le ha podido pasar, pero creo
que si hubiera hecho un día normal, todavía estaría entre nosotros. Había hecho
mi mismo tiempo. Oigo las ambulancias llevando a corredores con golpes de
calor. Se me queda mal cuerpo, y la espina clavada de no haber podido hacer una
buena Behobia. Hay gente que aguanta mejor el calor, pero a la mayoría nos
funde. Aun así, me siento afortunado. Una prueba así, por muy popular que sea,
por su dureza, no deja de ser un deporte de riesgo. Esperando a que llegue a
meta la hermana de María, a la altura del parking del Kursaal vemos a dos
corredores desplomarse. Uno de ellos intenta levantarse para seguir, pero no le
dejan. Se los llevan en camilla, y de ahí, a la ambulancia. Pasa un corredor en
chancletas de playa, y unos pocos disfrazados. Qué gran idea fue poner el
nombre de los corredores en el dorsal.
Espero que el año que viene
no vuelva a hacer este calor. Mientras, seguiré saliendo dos veces por semana a
correr, mi deporte favorito. El otro día leí la opinión de un estudio médico
que me hizo reflexionar: ¿sabéis qué porcentaje del rendimiento físico
deportivo es innato y cuál fruto del entrenamiento? ¿Lo habéis pensado? Pues, según
los expertos, el rendimiento físico deportivo es un 70% innato y tan solo un
30% fruto del entrenamiento. Pues seguiré entrenando, porque después me siento
mucho mejor. El año pasado dije que la profecía del escritor japonés Haruki
Murakami -según la cual a partir de los 45 el bajón físico se nota mucho más-
podía esperar, es cierta…para este año, ya que quizá en la Behobia 2016 esté equivocada.